Por: Julio Martínez Molina.
27 de febrero de 2012
ese a no contar con un merecido respaldo en parte del sistema mediático, ya la potestad del timbre vocal y la generosa diversidad de afluentes melódicos irrigadores del repertorio de la cantante espirituana Ivette Cepeda, concitan respeto del público nacional, e incluso, de segmentos del internacional.
Como parte de una agenda anual distinguida por presentaciones de relieve, el teatro Tomás Terry la acogió, en concierto donde ella interpretó varios temas de sus fonogramas Estaciones (2010) y Milagro (2011), u otras piezas cuya autoría por regla general remite a significativas figuras de la música cubana e iberoamericana. Fundamentalmente, a las primeras.
El encanto particular de la artista reside tanto en la forma de administrar su voz y la energía o feeling proyectados sobre el escenario, como en los disímiles ecos inyectados a su poética y el singular tono, mediante el cual versiona a creadores a la manera de Miguel Matamoros, Agustín Lara, Marta Valdés, Olga Navarro, Orlando Vistel, Vinicius de Moraes, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Noel Nicola o Jorge Drexler, entre muchos otros.
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