Zaida del Río (1954, Villa Clara) ha estado conectada a Cienfuegos desde los tiempos juveniles, en que cursa estudios en la Escuela Provincial de Arte de Cienfuegos donde la región de Lajitas (1960), su periplo antes de titularse en la Escuela Nacional de Arte (1974), el Instituto Superior de Arte (1987) y finalmente en la Escuela de Bellas Artes de París.
Ella vuelve a nuestra ciudad y nos obsequia la muestra Jardín ideal, que se exhibirá (a partir de hoy jueves) durante varios meses en la Sala Transitoria y de Arte del Museo Provincial de Historia. Esta es una colección de dibujos que acaso devela sus asideros como ilustradora y ese espíritu minimalista que exigimos al grabado. No quepa alguna duda, Zaida es esencialmente dibujante, lo cual devela su control sobre la línea, el pálpito de las figuras bien definidas.
De cierto modo, las fabulaciones de Zaida insisten en el tema de la naturaleza, como si se tratase de un estado del alma (Amiel), tal cual se aprecia en el grueso de los periodos creativos por los que ha transitado a lo largo de su anchurosa obra visual: el espacio campestre, la fase de los corceles, pavos reales y de las mujeres pájaros, por citar algunos paradigmas. Claramente, apuesta por un diálogo invisible con el entorno natural. ¿Cuál es el origen de esta regularidad en su producción visual?
Zaida nace en un pueblecito de Remedios, donde la naturaleza campestre se embriaga de colores y la luz domina hasta los escondrijos. Justo, ese ambiente colmado por los sonidos de los animales, la brisa azotando los árboles frutales y cierta soledad, acaso le incitan a reproducir los modelos naturales, aunque la pequeña carecía entonces de técnicas para expresarse y compartía su sensibilidad con otras disciplinas escénicas, al modo del canto y el baile, vivencias que serán recreadas en sus espectáculos performánticos y un disco que tributa a su padre. De algún modo, la obra futura connota cierta nostalgia por ese pasado y una filosofía de vida que la mantiene lozana, reinventándose, tratando de activar otros sentidos en sus imaginarios. Zaida es una artista que no puede envejecer.
Si tuviésemos que elegir un texto capaz de anticipar la sustancia de su ser, no podría ser otro que aquella obra fotorrealista consumada por Flavio Garciandia de Oraá con el intitulado Todo lo que Ud. necesita es amor (1975), en la que se muestra a una Zaida resplandeciente, mirando fijo (y resueltamente) a los públicos, acoplada a la naturaleza, desinhibida, optimista y llena de vigor romántico.
Estos bríos logra transfundirlos a sus idearios pictóricos. El manifiesto de Garciandia pronostica algunas marcas de estilo del Premio Nacional de Artes Plásticas de 2023: la metempsicosis entre el entorno natural y la artista, el empoderamiento de la mujer, que es la protagonista del grueso de sus fabulas, los componentes autobiográficos como pilar de las narraciones, si bien renuncia a los discursos tradicionales para erigir una obra colmada por las metáforas y los símbolos (especialmente distinguida con sus mujeres pájaros), el regusto por los colores vibrantes, los cotejos espirituales y la cubanía del entramado natural.
Esta clarividencia signa el impacto de Todo lo que Ud. necesita… A estos atributos topiculares y filosóficos la villaclareña suma el uso de las técnicas mixtas, el collage, carboncillo, la mixtura cromática, el uso de la línea reforzada por los contrastes de valores, la variedad de formatos, el erotismo, los reservorios de la tradición y cierta atracción por las atmósferas surrealistas.
Zaida toma como asidero al jardín, a modo de sujeto simbólico, toda vez que éste se vierte en naturaleza refrenada, sometida, pasando de la emancipación del medio ambiente a la plenitud del imaginario artístico, donde se escurre, a través del emplazamiento estético, todo el reservorio natural.
Desde tiempos pretéritos los humanos han admirado estos emporios naturales y su deseo de preservarlos ha inducido la aparición del jardinero. Empero, la artista no se conforma con resguardar tales entornos, sino que procura el evocado paraíso y transfigura una realidad palpable en otra posible, ideal.
Este jardín, en modo alguno, se deja maniatar por los estándares. Zaida, lo concibe desde la imaginería; a todas luces es hijato del corazón no del juicio, un espacio sagrado en el que el demiurgo habita en cada ser y los personajes son híbridos de esta suerte de sacerdotisas de los tiempos con motivos florales, que tienen la dona de la revisitación. Especialmente, la mujer pájaro se convierte en figura oracular, como la Siren en la mitología iraní, que puebla los bosques solitarios y ofrece sus trinos desprendidos, al tiempo que se esposa a la honestidad. Un poco de esa mística igual insufla a la fauna, pletórica de gallos, lagartos y otros tantos animales que conviven en armonía con las féminas.
Como trasluce (y constata la colección) esta reconocida pintora, dibujante, grabadora, ceramista, escultora, diseñadora escénica, performer, profesora, poetisa e intérprete musical, encuentra su razón de existir en la emancipación artística, toda vez que le permite no sólo compartir los desvelos más tercos, sino también ocasionar reflexiones, emociones, conmociones y goce estético, al tiempo que crecer como ser sensible, humano.