Una vida de fructíferas investigaciones arqueológicas

La invitación a intervenir en foros, talleres y expediciones en varios sitios del país definen el prestigio, el rigor científico y la ética de un verdadero punto de referencia de la Arqueología en Cienfuegos: el además historiador, especialista museístico y profesor universitario, Marcos Rodríguez Matamoros.

Cinco libros publicados, amén de la autoría del capítulo precolombino de la colectiva Síntesis Histórica Provincial de Cienfuegos, corroboran el interés por los planteos de quien fundara hacia 1976 el Grupo Jagua de Aficionados a la Arqueología.

 

Hoy día el también miembro del Grupo Provincial de Arqueología, y de la UNEAC, es el único especialista del territorio avalado por la Lista Nacional de Arqueología para dirigir tanto excavaciones como proyectos de investigaciones en esa disciplina.

Esto último es algo que él tiene en alta estima, según cuenta. No lo hace por egolatría, sino porque dicha selectividad habla de la seriedad concedida a una acción que precisa no solo de dicho aval, sino además de los correspondientes permisos de las comisiones provinciales de monumentos, explica Marcos.

Por casi cuatro décadas, el estudioso ha formado parte, impulsado o supervisado, expediciones que despejaron disímiles incógnitas sobre características de la comunidad aborigen en la región central, en sitios como Ojo de Agua, Punta Gavilla, Hoyo de Padilla u otros. Mas, dos grandes proyectos marcan su mayoría de edad en el terreno amado: las investigaciones en el Complejo Palo Liso-Las Glorias y en la encomienda del padre De las Casas en Jagua.

Del examen a dicho complejo, ubicado en las cercanías de los cursos de los ríos Jabacoa, Damují y Hanábana, en el municipio de Rodas, Marcos publicó los libros El arte rupestre en Rodas, en coautoría con su colega Carlos Rafael Borges, y en solitario, El Complejo Palo Liso-Las Glorias: un sistema ceremonial aborigen.

“En Palo Liso-Las Glorias, privilegiada extensión -motivo de estudio integral de años a cargo de mis compañeros Carlos R. Borges, Léster Puntonet, Alberto Arano y yo-, hallamos diversidad de elementos de la cultura material, al modo de herramientas de trabajo o artefactos de piedra, entre otros.

“Y además, motivos de la cultura espiritual o supraestructural, al apreciarse la presencia de petroglifos, cultos zoolátricos, silbatos que imitaban el graznido de la yaguaza empleados para rituales mágicos imitativos…

“Algunas de estas cuevas fueron utilizadas por nuestros aborígenes para pequeños observatorios astronómicos elementales, enfilados a marcar los ciclos anuales (ellos vivían muy dependientes de eso); en la gruta de la Siguaraya hay un cronómetro solar con el solsticio de invierno sobre un petroglifo.

“El Complejo es muy grande, contentivo de abundantes residuarios arqueológicos que demuestran cómo la actividad al aire libre fue intensa. El área trasciende no solo en la provincia o en el país, sino a escala de Las Antillas. Los petroglifos y pictografías pueden por sí mismos generar estudios enjundiosos sobre el arte rupestre”, dice.

En torno al tema de la encomienda de Fray Bartolomé de las Casas, Marcos precisa cómo “en 1973 el arqueólogo Alfredo Rankin Santander localizó en la Loma del Convento, cerca del río Arimao, en Cienfuegos, un yacimiento de grandes proporciones, el cual consideró precolombino en aquel momento.

“Luego se fueron ampliando los análisis, hasta que en 1987 tuvo lugar una gran expedición cubano-soviética -dos campañas de excavaciones-, donde participé a tiempo completo.

En verdad, el interés soviético consistía en estudiar el patrón de asentamiento para compararlo con los de otras regiones de Cuba. Empero, comenzaron a aparecer mayólicas, botijuelas, fragmentos de metal, fuentecillas de vidrio y una pata de compás de cartografía naútica, elementos de transculturación propios de una convivencia prolongada entre nativos y españoles.

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