Una mirada al cine canadiense contemporáneo

Se acerca los intensos y seductores días de la 26ta Feria Internacional del Libro en nuestra provincia, edición que tiene como país invitado a Canadá, ocasión para explorar e indagar en los valores culturales de una nación que ha defendió su soberanía e identidad cultural en un mundo cada día mas globalizado, oportuno encuentro para compartir con el lector algunas ideas en torno a una cinematografía prácticamente desconocida para el público cubano.

Entre los más representativos cineastas del cine canadiense contemporáneo se encuentran Claude Jutra, David Cronenberg, Atom Egoyan, Dennis Arcand, Guy Maddin, y Denis Villeneuve,  renovadores de una cinematografía que ha cultivado una estética original e independiente, exponente de lo más representativo del cine de autor de todos los tiempos, expresión de una cultura singular y prácticamente desconocida para el público cubano. El cine canadiense se encuentra alejado de los cánones habituales de la industria hollywoodense, de esas megas producciones que en muchos casos mutilan la esencia del arte del siglo XX: hacernos pensar.

Claude Jutra: entre el influjo de La Nueva Ola francesa y la autonomía del lenguaje canadiense

Entre los títulos más emblemáticos de Claude Jutra se encuentra Mi tío Antoine (1971),  considerada por la crítica especializada como el más francés de los clásicos del cine canadiense, un homenaje a caballo entre la placidez estética de los cineastas vituperados por la Nouvelle Vague y la mirada rebelde de los componentes de este movimiento nacido en los cincuenta. El Premio Jutra se concede anualmente en su honor como reconocimiento a su importancia en la historia del cine de Quebec.

Otra notable figura es David Cronenberg, con su filme Videodrome (1983), realizó una de sus primeras incursiones con sello de producción en Canadá, al relatar la odisea de un hombre corriente que es progresivamente abducido por un extraño programa de televisión, llamado Videodrome.

En sus películas, usualmente se mezcla lo psicológico con lo físico. En la primera mitad de su carrera exploró estos temas en el género fantástico, principalmente a través del horror y de la ciencia ficción, aunque su trabajo hace tiempo se ha extendido más allá de estos géneros. Considerado junto a cineastas como John Carpenter y a Wes Craven, uno de los iconos principales del cine de horror contemporáneo.

Denys Arcand: el rostro más conocido del cine canadiense contemporáneo

La obra de Denys Arcand sigue la transformación del cine quebequense. En una primera época, su trabajo se compone de documentales lacerantes y críticos, además de un cine de ficción profundamente arraigado en la realidad social y cultural del Quebec. Se suele considerar el momento más original de su producción.

El reconocimiento internacional finalmente llegó tras la proyección de La decadencia del imperio americano (1986), film producido por él mismo. Tres años más tarde, su película Jésus de Montréal fue nominada al premio Óscar como la mejor película de habla no inglesa. La consagración llegó con Las Invasiones bárbaras, película premiada con el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 2003.

Entre sus producciones más recientes se encuentran La edad de la ignorancia (2007) y El reinado de la belleza (2015), obra alejada de los tópicos habituales del cine hollywoodense, cuyas miradas nos hacen reflexionar sobre temas tan universales como las relaciones de pareja y la soledad de estos tiempos.

Posiblemente sea el cineasta canadiense con mayor reconocimiento dentro del panorama cinematográfico internacional, exponente de un cine de autor que explora en las complejidades del ser humano.

Atom Egoyan, otro de los más representativos de la cinematografía canadiense procede en realidad de Egipto y de un árbol familiar armenio. Su amoldamiento a la idiosincrasia de los fríos casi polares ha sido más que simbiótica: sus películas suelen hablar de soledades, aislamientos y otros conflictos humanos.

Una de sus cintas más conocidas es “El dulce porvenir”, realizada en 1997,  descarnado retrato coral de un pueblo atenazado por la tragedia de un autobús escolar que descarrila, Egoyan absorbía el folklore germano —el cuento “El flautista de Hamelin”— para hablar sin miramientos de la continua sensación del hombre como ser incompleto. Bella y fría a pesar de su incómoda trama, triunfó en Cannes, Toronto y la Seminci.

Otro grande de la cinematografía de ese país que ha sentado pautas en el documental es Guy Maddin. Es distinguido y apreciado por su original recreación de la estética del cine mudo y del primer cine sonoro. Su trabajo guarda semejanzas con el del también director David Lynch por el carácter experimental y surrealista de sus obras. Su obra cumbre sigue siendo My Winnipeg (2004).

En nuestro país apenas alcanzó repercusión este falso documental, o mockumentary, sobre una pequeña ciudad de Canadá, Winnipeg, rodado tras los filtros surrealistas y blanquinegros típicos de Guy Maddin.

Se trata de una disección inventada, onírica y a ratos buñueliana de los escenarios en los que transcurrió la infancia de Maddin, cineasta que podría pasar por el hijo bastardo de David Lynch tras una noche de borrachera persiguiendo freaks de Los Ángeles tras la frontera equivocada, en un lugar asolado por las nevadas.

Construido a partir de personajes increíbles y escenas sumadas entre sí mediante diversas texturas, formatos y tiempos, el documental de la vida provinciana en Canadá no será lo más idílico y convincente para sus vecinos norteamericanos, pero al menos arrancaba extraña poesía de lo grotesco y del orgullo de lo olvidado.

Otros iconos del cine canadiense actual son Denis Villeneuve y Mathieu Denis, además de las cineastas Sophie Deraspe, Ginette Lavigne y Lea Pool, quienes se adentran en los temas de género y los conflictos de la mujer de esta época, entre otras contradicciones de la sociedad postmoderna.

Una muestra representativa de la cinematografía de las referidas figuras fue exhibida en en el marco de la pasada edición de la Feria Internacional del libro de La Habana, gesto de la política cultural del estado cubano encaminada a potenciar un necesario encuentro entre el público cubano y una cinematografía que día se consolida por su calidad artística.

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