Juan Padrón ya piensa en la tercera parte de Vampiros en La Habana. “Será una precuela; contará que pasó antes de que Pepito descubriera que era un vampiro. El director de La guerra de las galaxias me copió la idea”, aclaró entre risas el reconocido dibujante y guionista cubano, durante un homenaje que se realizara la pasada semana en La Habana Vieja con la inauguración de la exposición El otro Padrón.
Dicha propuesta agrupa algunas de sus historietas publicadas entre 1965-1979 y fue organizada por el proyecto Impresiones, liderado por la curadora y crítica de arte Caridad Blanco.
Padrón, además de hablar sobre Vampiros en La Habana III, adelantó que ya tiene en mente una nueva aventura de Elpidio Valdés: “Quiero hacer la historieta antes que la película y uno de los temas será el de los cañones neumáticos que usaban los mambises. También tratará sobre los llamados «majases», que eran hombres que se iban de la lucha y se escondían en el monte para no pelear. Esta vez Elpidio los convencerá para que lo ayuden en una misión”.
Pero ahí no terminan los planes de este artista que ha hecho reír a varias generaciones de cubanos con sus ocurrencias. Ya está dándole vueltas al guion de un largometraje que tendrá como protagonista a Tapok, el hombre primitivo, creado en los años 60 del siglo pasado. Dijo que el filme tratará sobre la expulsión del personaje de su tribu y sus intentos para formar una nueva. “Todo eso estará mezclado con ciencia ficción, pero no doy muchos detalles para que no piensen que estoy loco”, señaló con picardía.
¿Ha recibido críticas negativas sobre las películas del coronel del Ejército Libertador? “Sí”, respondió. “Fueron las niñas sus primeras detractoras. Me reclamaron porque no había personajes femeninos en la historia. Fue a partir de sus sugerencias que creé a María Silvia y a Eutelia. Eso es así, hay que complacer por igual a espectadores de ambos sexos”.
Relató también que otras personas, “y gente importante”, le reprocharon el haber concebido a los panchos como seres de poco raciocinio. “A dicho señalamiento yo siempre respondí que tenía dos opciones: o los representaba como hombres que asesinaron a muchos cubanos, que en momentos como la Reconcentración de Weyler tenían la idea de exterminarnos como pueblo o, tal y como hice, los representaba como tontos. Cada vez que di esa respuesta, ganó la segunda variante”.
En esa tarde de confesiones, Padrón se refirió, asimismo, a su estrategia de comenzar siempre una obra por el final. “Pienso que esta es la parte más importante de la historia y a veces lo olvidamos. Si no tienes final, no tienes nada. En mi caso, luego de terminar la última página, entonces comienzo a dibujar el resto. Esa forma de crear siempre me ha traído muy buenos resultados”.
Para satisfacer la curiosidad de quienes le preguntaron cómo surgió Elpidio, señaló que llegó a él gracias al samurái Kashibashi, otro de sus primeros personajes. Los trazos de uno recuerdan inevitablemente al otro, solo que la catana fue cambiada por el machete: “En un inicio salieron solo líneas que luego tomaron forma, y con el paso de los años fue enriqueciéndose. Cuando surgió este mambí era un poco loco, pero como más tarde se convirtió en Coronel tuve que ponerlo más serio”.
Aunque fue el azar quien lo llevó hasta el pillo manigüero insurrecto mambí, la dedicación y la investigación le permitieron moldearlo con el paso del tiempo. Siempre tuvo bien claro que aunque era una historia para divertir debía ser verosímil en cuanto a los uniformes, las armas que usaban tanto mambises como españoles, la vida que llevaban; por eso, investigó mucho, leyó varios diarios de campañas. Todo ese proceso de búsqueda, rememora, le llevó aproximadamente 6 años.
Padroncitto –como firmaba por aquellos años– antes de encontrarse con Elpidio Valdés, concibió otros caracteres de tiras cómicas que actualmente ni quienes peinan canas recuerdan. Para qué hablar de los más jóvenes, que ni siquiera hemos escuchado sus nombres. De ese período son el extraterrestre Barsoom de Marte, el ser del hueco, los mencionados Tapok y el samurái Kashibashi, así como sus series Vampiros, Verdugos, Piojos, Comejenes, Cerbatanas, Abecilandia y Zooilógico, publicadas en las revistas Muñequitos y Fantásticos y en los suplementos El sable, La Chicharra y Dedeté.
Aunque sin dudas la obra cinematográfica –en la que también destacan los Filminutos y Quinoscopios– es la que primero nos salta a la mente cuando escuchamos su nombre, Juan Padrón igualmente ocupa un singular puesto en la historia de la gráfica cubana. Qué grata sorpresa descubrir que pasados 30 años, las reflexiones filosóficas de dos piojos que se preguntan si habrá vida en otras cabezas o de un verdugo que quiere aprender sobre torturas mentales, aún pueden sacarnos la risa.
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