Aquel verano, Mayté Hernández Páez escuchó por primera vez al espantapájaros al que tanto le habló de pequeña. En el amanecer del 9 de julio de 1999, ella misma, como las hadas de los cuentos infantiles, dio vida al hombre de paja que conoció en la finca de su abuelo, allá en un campo de Pinar del Río, cuando a través de la radio de Cienfuegos empezó a transmitirse el programa Sombrero Azul.
Bajo sus riendas como escritora y directora del espacio, los actores José Manuel Fernández Urquiza y César Alain González Herrera asumieron los personajes del espantapájaros Sombrero Azul y el niño Ernestico, respectivamente, para encarnar en las voces el palpitante imaginario de Mayté.
Luego de 25 años, la magia de esa idea aún perdura, no solo en el éter, sino por medio de presentaciones en vivo y transmisiones en plataformas digitales. Así, reinventándose al paso de cada estación, figura hoy entre los proyectos artísticos más sólidos del territorio. Con sus tres principales artífices dialogó este periódico, para adentrarnos en la fantasía esparcida durante un cuarto de siglo.
¿Cuál es la fórmula de Sombrero Azul para no dejar de soñar, incluso en tiempos tan difíciles?
“Lo primero que poseemos es la magia de Mayté como escritora, directora y alma de ‘Sombrero’. Ella se renueva, concibe sus propias fórmulas y teorías de la dramaturgia para que nunca perdamos la frescura. Permanece atenta a cuanto la rodea, hasta de las opiniones de quienes nos escuchaban cuando eran niños y ahora le ponen el programa a sus hijos”, expresó Fernández Urquiza.
“Me apasiona mucho investigar, preguntar a los oyentes y a los que nos siguen en las redes sociales. Siempre pienso en cómo variar la presentación del espacio e incorporar cosas nuevas; crear un encanto diferente para que al público continúe gustándole”, acotó Hernández Páez.
El programa trata de un espantapájaros que narra cuentos a un niño. ¿Dónde están sus orígenes? ¿Cómo llega a la radio?
“De niña visitaba la casa de mi abuelo en el pueblo de Sumidero, en Pinar del Río, donde había muchos animales, huertos, sembrados, y un espantapájaros hecho por él, con el cual yo conversaba. Un día despierto y observo que tiene puesto un sombrero. Mi abuelo rompió su única camisa de salir, de color azul, para forrar el sombrero aquel grande que usaba para trabajar en el campo. Tras ver eso, me preguntó cómo lo llamaría, y le dije, Sombrero Azul. Fue —relató Hernández Páez— lo primero que vino a mi imaginación. Desde entonces, quise hacer algo por ese espantapájaros, escribir un libro, volverlo importante”.
“En el verano de 1999 cesa temporalmente el espacio de la Tía Rosa en Radio Ciudad de Mar, y solicitan a Mayté realizar la propuesta de un programa infantil solo para el periodo de las vacaciones, en el horario de la mañana. Sin embargo, Sombrero Azul tuvo un auge tan grande que debió quedarse permanente en la programación, de lunes a viernes, a las 5:40 de la tarde. Las experiencias resultaron muy gratas: llamaban los padres y abuelos para que Mayté escribiera sobre distintos temas. De este modo, aprendimos a adecuarnos a las épocas, a los niños, a las generaciones, pero nuestra esencia es todavía la misma: educar, formar valores y colmar a las personas de amor”, sostuvo González Herrera.
¿Hasta qué punto constituye un proyecto de vocación martiana?
“Martí siempre ha estado presente en Sombrero Azul”, confesó Fernández Urquiza. “Cada 28 de enero le dedicamos una emisión o simplemente abordamos temas de su ideario, incluso al margen de fechas y efemérides. Por eso, cuando una vez el ICRT orientó que los programas debían tener un corte martiano, no nos sorprendió, pues era algo que hacíamos. De hecho, en plena covid-19, durante las transmisiones en vivo por Facebook —los sábados, a las cuatro de la tarde, desde la sede del Centro Dramático de Cienfuegos—, en nuestro improvisado escenario nunca faltó el busto de Martí. Hubo alguien que hasta nos dijo: ‘¡qué bueno tenerlo ahí, y escuche todo lo que ustedes hacen!’”, añadió.
El perenne tributo al Apóstol deviene uno de los sellos del proyecto artístico dirigido por Mayté Hernández Páez. Como prueba fehaciente trasciende el fonograma Homenaje, de 2005, un producto inspirado en los cuentos de La Edad de Oro, el cual llegó a ser el disco de la Egrem más vendido en Cuba ese año. Asimismo, sobresalen los premios otorgados al elenco por la Sociedad Cultural José Martí: Honrar, honra, y Joven Patria. En fechas recientes, alcanza notoriedad el DVD Mi Martí, realizado gracias a la beca de creación El reino de este mundo, de la Asociación Hermanos Saíz, que ganó una de las integrantes de “Sombrero”.
¿Cómo recuerdan aquella etapa, cuando a las 5:40 p.m., de lunes a viernes, se transmitía el programa?
“Un poco en broma nosotros le decíamos a Mayté que no sabíamos cómo ella podía vivir, aunque en realidad estábamos convencidos de que Sombrero Azul era su disfrute y alimento. […] Fue muy difícil porque recibíamos clases por la mañana y grabábamos por la tarde. Llegábamos a la emisora temprano, casi a oscuras, y nos íbamos de noche. Los salarios apenas rebasaban los 60 pesos al mes; con suerte cobrabas 120 o 200, y muchas veces compartíamos la merienda entre todos”, apuntó González Herrera.
“Lo otro —dijo Fernández Urquiza— fue la logística. Cuando comenzamos, todavía en la radio no disponíamos de computadora y se escribía en máquinas antiguas. Tecleábamos tres guiones, y con ellos teníamos que leer todos. Además, tampoco existió una infraestructura armada para el cuerpo dramático que fundamos, y debimos resolver lo asuntos en el camino”.
Tras 17 años, un día de repente Sombrero Azul sale del aire. ¿Qué pasó? ¿Cómo se sintieron?
“Prevaleció la incomprensión por parte de algunos directivos, afloraron obstáculos, y carecimos del apoyo que esperábamos, a pesar de que nos avalaban los resultados y los premios. Nuestra estancia en la radio se volvió insoportable y decidimos abandonar. Un artista de verdad valora mucho trabajar por el respeto, por su propio arte, y no por el dinero. […] Después de eso, yo limpié casas, cuidé carros, hasta que la Dirección de Cultura en la provincia insistió en que nosotros debíamos regresar por encima de quien fuese, y nos convocan para rescatar el Centro Dramático, el cual estaba a punto de cerrar”, comentó González Herrera.
Ya en ese momento, el proyecto artístico había salido de la cabina para actuar en barrios, escuelas, y acumulaba numerosos premios en Festivales Nacionales de la Radio, tres producciones discográficas… ¿Qué nos pueden contar al respecto?
“Seis meses después de la primera emisión de ‘Sombrero’, participamos en un Festival y alcanzamos varios lauros: mejor programa (compartido con Radio Progreso); mejor guion, dirección y actor. Fue realmente un regalo para nuestro colectivo que siquiera había cumplido el año. A partir de ahí —contó Hernández Páez—, empezamos a sumar otros reconocimientos, y no nos podemos quejar. Tenemos un expediente lleno de premios ganados con trabajo y esfuerzo, porque nadie regala nada”.
La pandemia los obligó a renovarse. ¿Cómo vivieron la incursión en las redes sociales?
“Fue algo nuevo a lo que nos enfrentamos y lo hicimos con mi teléfono”, agregó Hernández Páez. “Luego de transmitir los primeros programas, enseguida recibimos comentarios positivos, las personas comenzaron a conectarse, y resultó súper interesante. Algunos padres decían que se lo ponían a sus hijos para que aprendieran español. Y, por otro lado, muchos actores extranjeros elogiaban nuestra valentía. Nos arriesgamos en medio del coronavirus y esto nos dio fuerzas para seguir”, subrayó.
¿Cuánto sirvió esa experiencia anterior para el trabajo que actualmente realizan con JaguaTVe?
“Al inicio, la idea consistió en mantener lo que hacíamos los sábados, en vivo, a las cuatro de la tarde, pero ante la inestable situación energética nos vimos obligados a grabarlo; eso sí, en un estudio de televisión y con toda la tecnología que lleva”, explicó Fernández Urquiza.
“Con JaguaTVe es genial, somos una familia, y es un equipo muy profesional. Conocemos que el programa clasifica entre los más vistos del canal, y nos sentimos agradecidos por formar parte de sus propuestas audiovisuales”, señaló González Herrera.
¿Por qué decidieron evolucionar a un proyecto de desarrollo local (PDL)? ¿Qué les aporta?
“Nosotros habíamos sido un proyecto asociado al CIERIC (Centro de Intercambio y Referencia Iniciativa Comunitaria), a raíz de la labor realizada en comunidades y escuelas. Esto posibilitó la adquisición de nuestros primeros equipos. Más adelante, nace la propuesta de convertirnos en PDL, con el apoyo del Cigedel y el Gobierno, y por supuesto nos interesó. Mediante la cooperación internacional de la comunidad europea, disponemos ahora de micrófonos, bocinas y tablets para el trabajo, los cual permite que defendamos en mejores condiciones un espacio con los niños y maestros del Distrito Creativo La Gloria, en la ciudad de Cienfuegos, junto a otras iniciativas que deseamos emprender”, dijo Hernández Páez.
Han pasado 25 años, ¿aún conserva Sombrero Azul el afán de viajar a donde quiera?
“Siempre lo conservará, porque es inherente a su magia exhortarnos a imaginar, pensar, volar”, opinó Fernández Urquiza. Para González Herrera, jamás ha abandonado la travesía. “Surgió en la radio, viajó a las comunidades, al Centro Dramático, y asiste a donde se le convoca de manera desinteresada, sin cobrar un peso”, expuso. “Mientras yo esté —concluyó Mayté Hernández Paéz, creadora del proyecto artístico— Sombrero Azul tendrá quien le escriba; él vive en mí”.
Escrito por: Roberto Alfonso Lara