Ha concluido el Salón 5 de Septiembre y aunque todavía persisten insatisfacciones (el velado nivel de suscripción de los concursantes, la escualidez del Premio Único en metálico, el cauto grado de experimentación y apuesta en una dimensión estética, discursiva y topicular; asimismo, la no observancia de los horarios) puede afirmarse que el evento supera en mucho otras justas de su propio reservorio. ¿Por qué compartimos este sabor a goce?
En principio, y pese a que fue escaso el tiempo de ordenamiento del evento, se logró cierto balance en las disciplinas artísticas y un nivel de calidez y rigor técnico (si bien a veces roza la complacencia y algunos creadores se conforman con ofrecer lo mejor que saben hacer, sin superarse a sí mismos). Recuérdese que un salón como este apuesta por la novedad, intrepidez y experimentación, fuera de eso no tiene pertinencia. La naturaleza competitiva se pone en función de apoyar a aquellos hacedores que eligen la renovación y rompen con los viejos moldes y retóricas. Confiamos en que la nueva dirección del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, con el apoyo de la Dirección de Cultura y las gubernaturas, pueda dar un salto y volar hasta otro ras de satisfacciones.
Tendremos que batallar para estimular a los fabuladores sureños y, a pesar de los momentos difíciles, conseguir un poco de las glorias pasadas (y por qué no, otras inéditas). Claro que son otros tiempos, pero si solventamos aquellas negatividades y actualizamos nuestros modos de gestión, dinamizando los procedimientos, los efectos pudieran ser favorables. El Salón merece estos cotejos. Ya se ha ganado en la promoción (carteles, catálogos, presencia en los medios, desempeños curatoriales…), la vuelta de notorios artistas al ruedo, de generaciones distantes incluso, tanto de perfil vanguardista como tradicional (también se puede experimentar dentro del arte naif o popular; no está reñido el ensayo con los estilos o tendencias), y el cauce hacia la interdisciplinariedad y la pluralidad de expresiones y técnicas. Es cierto que, este año el número de obras admitidas fue menor (29 artistas), pero el vigor de la puesta colectiva fue mucho más contundente. Está claro que, los salones competitivos son inclusivos, pero también selectivos. Ser excluido de una admisión no infiere carecer de talento; se trata de que no conseguimos la eficacia y validez de la media, al menos por esa ocasión. El año próximo podrá lograrse. Esa es la filosofía del éxito.
En esta oportunidad, el Jurado del evento estuvo integrado por artistas y/o críticos foráneos y del patio; todos miembros de la UNEAC: el pintor, fotógrafo, instalacionista y escritor, Denys San Jorge Rodríguez; el crítico y director del Centro Nacional de Desarrollo de las Artes Visuales, Ernesto Yoel Ramírez Cascaret; Alain Cabrera Fernández, historiador y crítico de arte, igual fotógrafo y editor de la revista Arte Cubano; el escultor sureño Osmany Caro Yulls; y el crítico y curador J. L. Urra Maqueira. Luego de un acucioso y honesto debate, ocurrido en el Taller de Grabado del CPAP, este colectivo decidió entregar el Premio Único a Ernesto Rodríguez González, por la obra Las viudas de América, un óleo sobre lienzo colmado por el espíritu de la posmodernidad, en la que el autor persiste en utilizar el sarcasmo para resignificar la propia historia del arte, utilizando códigos que entrecruzan el pasado, el presente y el futuro. Rodríguez constata no pocos dominios técnicos en su condición de pintor, una profunda conciencia de los grandes formatos y el uso de los hipertextos y las apropiaciones. Esta es la tercera ocasión en la que el singular artista resulta laureado en nuestra justa más antigua.
A su vez, y con el propósito de tributar el arrojo y pertinencia de la joven creadora, recién graduada de la Academia de Artes Plásticas (Escuela de Arte Benny Moré), otorgó una mención a Leidiani González Santos, la autora de la trilogía Vivesección de lo inherente, una obra instalativa que connota el tema del autorrechazo somático (versa sobre las inconformidades del ser humano con su cuerpo) y utiliza con mucha fortuna los códigos apropiados (la cucaracha como objeto simbólico y el desnudo como género base) para representar el fenómeno del body shaming como un lastre de las sociedades modernas.
Por su parte, los cinco miembros resolvieron reconocer a Rafael Ángel Cáceres Valladares por su monotipia sobre plástico Los códices del volcán, obra de la serie Horizontes rotos, que descuella por su limpieza y experticia técnica. Cáceres, nuestro grabador de cabecera y maestro de no pocas generaciones, puso a concurso un texto visual de tipo ensayístico, bien consumado en términos compositivos, que alude a las realidades modernas en términos alegóricos y nos muestra cierto giro en su itinerario plástico.
El XXXV Salón de septiembre urge de mayores respaldos económicos (afortunadamente varios directivos han manifestado su voluntad de apoyo, a pesar de las carencias) y nuevos planteos en la organización de los procesos inherentes. Sobre estas realidades existe una conciencia y sospecho también el deseo de superación, de anchura para lograr un buen destino: el desarrollo de las artes visuales en Cienfuegos, una de las regiones más aportadoras al arte cubano. No hay otra alternativa que bregar, se hace destino al volar.
Autor: Jorge Luis Urra Maqueira