Tumbadoras, clave, cajón, guiro… esos instrumentos, voces bien matizadas y bailarines muy animados son los ingredientes más sabrosos que emanan del proyecto musical Ochareo, agrupación rumbera de la provincia de Cienfuegos.
Por supuesto que, con las influencias de las voces yorubas y del argot popular, su rumba va desde las vertientes tradicionales (guaguancó, yambú, columbia) hasta la interrelación de otros ritmos como la conga para sus presentaciones en escenarios fuera de esta ciudad de Cienfuegos situada al sur de la isla cubana.
Temas como Yemayá, La santería y Aprendiz de Ocha, en las voces de Pablo Raúl Moreno Terry (Yuyito), Carlos Rafael Núñez y Lucio Villa, respectivamente, forman parte del repertorio que, Eduardo Santa Cruz, su director escoge para cada actuación con elegancia en el vestuario, la proyección en la escena y las maneras de interpretar la rumba.
Reseñando una de las noches dedicadas al género en el Palacio de la Rumba, en Ciudad de La Habana, es menester reafirmar que, una de las agrupaciones nacionales más antiguas, Clave y guaguancó también mostró el talento reunido en los hombres y mujeres dirigidos por el maestro Amado de Jesús Dedeus.
El Palacio es un centro acogedor (Cayo Hueso) donde, cada domingo, la rumba es reina y músicos como Pedro Francisco Almeida Berriel (Tatá), cantante de Clave… o Bárbaro Ramos, bailarín de Los Muñequitos de Matanzas hacen posible que la alegría del público sea permanente.
Aunque con gran diferencia de años sobre los escenarios dedicados a la rumba, sea Ochareo, Clave y guaguancó u otro grupo, en el segundo aniversario – este mes de febrero – de la declaratoria de la rumba como Patrimonio cultural de la nación cubana es imprescindible reconocer que los rumberos merecían ese reconocimiento por haber mantenido dicha tradición musical de un extremo a otro del archipiélago con pocas o ninguna atención institucional, con prejuicios todavía latentes o simplemente porque ellos también son Cuba.
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