Renacer, el arte de la reinvención

«Todos los días, mientras morimos, debemos renacer. 

Si no hubiera muerte, la vida no tendría sentido».

Boep Joeng

Si es cierta aquella expresión de que el grueso de nuestras células solo sobrevive siete años en nuestra vida, no podemos menos que considerar que siempre somos un hombre o una mujer diferentes, tal como reparaba Jody Gehrman. Acaso, desde esta dimensión filosófica, la muestra inaugurada por la Oficina del Conservador de la Ciudad en Cienfuegos en los predios del Cementerio Tomás Acea, Monumento Nacional, se erige como una encrucijada para dialogar sobre las posibilidades infinitas del viaje terrenal y el espíritu que anima la construcción de nuestro ser.

Las nueve piezas que acogen a los visitantes en la previa del camposanto, concebidas por 11 artistas locales, responden al criterio de la reinvención como asidero de la perpetuidad, llámese si se quiere trascendencia, pero como un viaje que nos permite conectarnos al arte cual práctica de percepciones y sentidos, en los que también se revisita el lazo que une a los andares y la muerte, como se puede apreciar en esa obcecación por utilizar materiales de remanentes para erigir una existencia otra, sensible y transformadora, al estilo de un constructo del imaginario colectivo, donde el presente es el útero de un universo que nace y se evapora, solo para renacer de nuevo. Comparto con la curadora, Massiel Delgado, que  esta aventura tiene su epicentro en las relaciones del entorno físico y el clamor espiritual, aunque la materia reciclable no es legataria de las limitaciones actuales (cuyas marcas son  elegidas por los artistas desde mejores tiempos), sino de aquel enfoque de la objetualidad como una cicatriz del pasado. No es fortuito que Adrián Rumbaut reedite los significantes de una obra concebida para la Bienal de la Habana en 2019, Ecos de ecos, ahora resemantizada, en las que las teclas del piano se ordenan en forma de cruz, ofreciéndole una segunda oportunidad al objeto esculturado.
                                                                                                       Infinito amor de Arcadio Tomás Capote y Antonio Alemán

Alguna que otra obra desentona con esta perspectiva curatorial, especialmente cuando evoca las utopías y los reclamos profesionales; empero, la mayoría se arriesga a resurgir con el poder del arte y el amor, unas veces concurriendo al mito (Azul, dama contemporánea, de Lizzete Pérez Castro), otras al imaginario fáunico (Caulopsis cuspidatus, de Fidel Reina Palacios) o a la entelequia floral (Jardín, de Osmany Caro Yulls), al reclamo filosófico, que Pável Miguel Jiménez propone para repudiar el maltrato animal en Jesús es mi mejor amigo, texto que pudiera resultar un tanto explícito en su enunciado (si tenemos en consideración el propio entorno funerario) o la mirada un tanto ingenua pero fresca de Yunier Hurtado, quien explora en Lo que nos queda esa realidad frágil que nos absorbe luego del último suspiro. Camilo Villalvilla constata sus recursos para controlar la metáfora como un legasigno, aunque expresa a través de Dreamer Building más su relación consigo mismo que con el espacio sagrado. En cambio, el novato Mauro Martínez, auxiliado por el escultor Alain Martínez, consigue la pieza más sugestivay profunda (Fanático), toda vez que confronta los materiales reciclables como un signo que, no sin cierto sarcasmo, se muestra polisémico en esta ligadura entre la muerte como objeto (cita incluso referentes de la historia del arte contemporáneos) y sujeto, llamada a morir antes de agonizar. No menos atractiva resulta la pieza de Arcadio Tomás Capote, secundado por Mauro Martínez, Infinito amor, reflujo posmoderno que articula el texto objetual como un documento sobre la perpetuidad del amor y su capacidad para administrar nuestra conducta, al decir del filósofo Séneca, para quien el amor es fuego espiritual.
                                                                                                                                          Azul, dama contemporánea de Lizzete Pérez Castro

Renacer, intitulado de este hermoso y sorpresivo proyecto inducido por la especialista Hilda Mola Trujillo para tributar el 202 aniversario de la fundación de la Villa Fernandina de Jagua, actual Cienfuegos, no deja insatisfechos a los públicos y seduce con este emplazar de obras escultóricas por los espacios del único cementerio jardín de la isla.
(Tomado de 5 de Septiembre)

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