Re-conociendo a Ibrahim Ferrer

Lo escucho y me resulta imposible creer que este día dejé de observar su boina color crema. Solo unas fotos intentan recordar la imagen, solo mi memoria mantiene presente la elegante sonrisa.

Cuando comencé a oír de usted, ya no era Ibrahim Ferrer. La fama y la popularidad formaban parte de su vida. Recorría el mundo, hacía presencia en los más reconocidos escenarios y todos querían cantar contigo.

Lo conocí como el fundador del Buena Vista Social Club. Para entonces, eras el ganador de premios Grammy, el auténtico cubano que obsequiaba lozanía a la música nacional.

 

Sin embargo, la sencilla sonrisa incitaba inquietudes. Quería ir más allá de clichés, de imágenes estereotipadas. Entonces, encontré al limpia botas, al niño que quedó huérfano de padres a los doce años y al muchacho que vivió momentos difíciles.

Comprendí la influencia del pasado en su forma de vestir y hasta de hablar. Supe de los rasgos asiáticos heredados de la abuela aún cuando la herencia africana arrebató la supremacía.

Todavía incitas algunos acertijos. Resulta una incógnita el retiro anticipado de la música. El regreso al sillón de limpia botas cuando el reconocimiento ya le hacía cosquillas.

Naufragio de corta duración, retornó en “Silencio”, sin Omara Portuando, pero con la magia de siempre. Ahora vuelvo a escucharlo. Me resisto a su ausencia, su voz lo dibuja en mi mente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Categories