Raspas, el camino de la remembranza

Rafael Cáceres Valladares (Cienfuegos, 19 de diciembre de 1956) ha elegido los ruteros del pasado para confortar su mirada sobre el presente, tomando como bastimento expresivo la disciplina con la que ha logrado sus mayores lauros: el grabado. Desde que se titulara de esta especialidad en 1980 (Escuela Nacional de Arte), el artista sureño no ha dejado de enunciar sus emociones más latentes a través de esta técnica de impresión; especialmente, tras el  surgimiento de la Sociedad Gráfica de Cienfuegos (1998-actualidad), de la que es uno de los fundadores y principal gestor.

Con toda seguridad, es el creador emblemático de su género en las artes visuales locales, de mayor experticia en el método de la colografía, linografía y monotipia.

Justamente Raspas, titulo alusivo al acto de haber raído ligeramente una cosa para eliminar la parte superficial, deviene un fabulario de los más ingentes temas de quien fuera pupilo de Nelson Domínguez, Antonio Vidal, Tomás Sánchez y Raymundo Orozco: la tragedia de las migraciones, el tráfico de personas, la fastuosidad de la arquitectura colonial, los referentes culturales afines a las poéticas del absurdo, acaso surrealistas, los entornos económicos y sus lastres sociales (el lenocinio, la mendicidad, pérdida de valores…), etc; muchos de los cuales había transversalizado en periplos creativos donde (a falta de tórculo y otros enseres) se dedicó a dibujar (ha declarado que es un mediano pintor; empero, que no tenga un sentido del realismo no significa que carezca de atributos como pintor. De hecho, para ser un buen grabador se necesita ser un sensato dibujante. Al buen grabado, como a la caricatura, le es inherente una línea precisa, vigorosa y limpia, y él la posee) y a pintar con pastel semigraso, inclusive en distintos soportes, como el nailon y las cajas de empacado.

Estas últimas regularidades infieren en su quehacer una cierta vocación experimental, persistente a través de los años y visible en esta muestra retrospectiva, solo por sus aproximaciones topiculares, pues en una dimensión discursiva pudieran anotarse algunas novedades.

De modo inobjetable, se descubre en las 16 estampas los rasgos de quien domina la técnica del linograbado, la estampación en relieve, el espejado y en negativo, las soluciones en blanco y negro o las zonas cromáticas intencionadas (a través de sus habilidades para trabajar los colores en bloques), los cotejos en términos de iluminaciones, el dibujo tramado y los grafismos; alcanzando que esta técnica primaria de reproducción gráfica, que él concibe de modo sencillo, tenga una notoria expresividad. Claramente, estas pericias tienen los signos de Kcho, quien en 2007 impulsó sus laboreos con las donaciones al Taller de Grabado del Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Cienfuegos, donde aún funge como Especialista Principal, consuma sus talleres de verano y ejercicios pedagógicos.

Cáceres Valladares también constata el esplendente uso de la técnica del Chine Collé, que tanta simpatía ganara entre los franceses debido a que recoge mucho más detalles desde las matrices en comparación con los papeles occidentales, y que de cierta manera adapta a los entornos limitados de la gráfica cubana fuera de la capital, especialmente en la utilización de añadidos (papel reciclable y pegamentos a la vista), que proporcionan ciertas texturas y figuraciones alternativas, como las páginas de revistas norteamericanas, e igual favorecen el sello de las transparencias.

Raspas subraya el aprecio del grabador cienfueguero por los temas cotidianos, los entornos de una realidad tan rica y compleja como la cubana, y aquella obcecación por transmutar esos reflujos en pulsaciones estéticas. Los públicos que asistan desde hoy viernes 14 de julio a la Sala Rhino del Taller de la Gráfica Experimental de La Habana podrán disfrutar de esta valiosa colección, que más adelante será exhibida en nuestra ciudad. A todas luces, ha sido una muestra marcada por el deseo de la remembranza.
(De 5 de Septiembre)

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