Escenario del paso del tiempo, arteria vital de un día cualquiera, regazo de los primeros amores, pasarela de las bellas damas y elegantes caballeros. Núcleo social, avenida inevitable de todo aquel que quiera conquistar, conversar, alardear o simplemente caminar.
Para 1911 la idea de hacer un paseo exclusivo, tomó forma y el actual teatro Luisa fue su primera cuna. Allí el 11 de noviembre, en una velada político-literaria fue recaudado el dinero con que los constructores Julián y Carlos Rafael Sanz junto a Isaac Puga iniciaron su obra.
El nuevo paseo fue un acontecimiento social en la ciudad. El hasta entonces céntrico Parque Martí fue desplazado. Caminar por largas cuadras, era mucho más atrayente que dar vueltas y vueltas alrededor del mismo lugar.
Hoy, en los albores del siglo veintiuno, el Paseo del Prado sigue siendo el mismo. Catorce cuadras que día a día albergan a los cienfuegueros que resuelven parte de su vida en ellas. Sigue en su eterno encanto y contradicción. Al amanecer los infaltables deportistas, riegan sus gotas de sudor. Cuando rompe el sol, la apacible calle sufre una mutación. Peatones, botelleros (practicantes del autostop), estudiantes atrasados hacen suyas las aceras.
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