Ciudades y libros se parecen. En las primeras, al pasear y mirar ríos, montañas, el alba o la línea del horizonte, los paisajes citadinos que pueblan urbes, sus personas, costumbres e historia, no solo es como si abriéramos determinadas páginas y habitáramos, por ejemplo, el libro Santiago de Chile o La Habana, Atenas, Vancouver, Sao Paulo, Madrid, sino porque la realidad, manifestándose allí, exige ser leída como si los días, semanas y meses, los años, cada objeto, y acontecimiento que sucede fueran hojas, cuartillas vivas. En los segundos porque al detener o posar nuestros ojos encima de lo escrito por José Martí, Virginia Woolf, Kafka, Dostoyevski, Vinícius de Moraes, o Gertrude Stein, moviendo, arrastrando la razón dentro de sus novelas, cuentos, y poemas habitamos Londres, Checoslovaquia, Rusia, Brasil, EEUU con la imaginación.
Pliegos que se abren, las ciudades simbolizan libros humanos, en movimiento; calles, edificios, capitales de papel, o desde hace algunos años, digitales, mientras los libros personifican ciudades, imperios, municipios y provincias inamovibles, fijas o inalterables, que al apoyar en nuestros cuerpos, acomodando las manos en sus solapas nos permiten soñar, y escapar de nosotros, recorriendo el mundo sin haber salido de casa, sin apenas movernos del asiento en que leemos.
No es diferente lo que persigue la profesora, gestora y promotora cultural María de los Ángeles Álvarez Beovides, alcanzando, como compiladora, su objetivo al publicar Tradiciones y leyendas de Cienfuegos, Ediciones Mecenas, 2023, con la firma de Adrián Del Valle, (Barcelona, 1872 – La Habana, 1945), escritor y traductor que eligió a Cuba como país de residencia o adoptivo, segunda patria.
Reunir en un libro las leyendas cienfuegueras para celebrar el centenario de la ciudad, el 22 de abril de 1919, fue idea de Pedro Salvador Modesto Hernández y Hernández (Cienfuegos, 15 de junio de 1866 – La Habana, 28 de agosto de 1924); quien comenzó a recopilarlas y debido a sus responsabilidades al frente del acontecimiento, era el organizador de las fiestas, decidió enviarle una carta a Adrián para que se ocupara del libro y lo presentara con su nombre a la imprenta.
Esta edición, es la tercera desde 1919, además de ser un entrañable homenaje a Don Pedro y la obra que, amante de Cienfuegos, mecenas de la ciudad, dador en cuerpo y alma de lo mucho que admiramos hoy, realizó por más de 20 años, mientras ocupaba los puestos de Alcalde, la Presidencia del Ayuntamiento, o el Consejo Escolar del Distrito Urbano, hace que el documento, por su propio peso y dimensiones, se convierta en leyenda también.
El texto no solo ha pasado por las manos de Pedro, Adrián, ahora de María, recorriendo tres épocas: la precolombina; el descubrimiento y colonización de Cuba; y la fundación, los primeros años de Fernandina de Jagua, sobreviviendo al tiempo, rescatando y enalteciendo la memoria del pueblo cienfueguero, esa que de boca en boca lo constituye y define, más allá de comportamientos p o establecidos, sino porque configura su propio mito. Se trata de la historia de un hombre que ama su ciudad, de manera desmedida, y sin embargo, por dedicarse a celebrar el cumpleaños cien de la misma, no puede escribir el libro soñado reuniría las historias que desde siempre escuchaba, y lo cede, perdiendo la autoría o ganando el anonimato, a otro escritor. (Así, como el aire, que no se ve y ocupa todo el espacio, es la obra de Pedro Salvador). En algún momento se deberá escribir la biografía de Salvador Modesto, habrá que hacerlo, y sumarla, en versión mínima o reducida, como leyenda a este, su libro.
Tradiciones y leyendas…, continuando el orden de mis ideas y especulaciones, se parece a una fotografía o retrato en el que la fisionomía de Cienfuegos, ciudad Perla y del Sur, estuviera compuesta, más que por las aguas del Atlántico, el mar y su hermosa bahía de bolsa, el Castillo de Jagua, o sus auténticos leones, de ficciones públicas que alcanzan el hoy, forjan mitos, desentrañan el alma citadina de lo cienfueguero; y su cuerpo —me refiero al de la urbe, claro— estuviera hecho o compuesto de palabras habladas, no de casas, paredes o muros.
El rostro de una ciudad más parecida a sus fábulas que a la arquitectura física por la cual existe y en pie la sostiene, o que esconde su cara autóctona, legitima, en las construcciones orales que desde la memoria colectiva y el pasado emergen en forma de cuento, es o podría considerarse el sentido mayúsculo del libro.
Compuesto por 23 capítulos —señalizados con números romanos— que son los nombres de las leyendas, la prosa y el afán investigativo de quienes escribieron, redactaron, y editaron alcanzan categorías de capítulos y personajes, de figuras literarias sosteniendo el libro a la altura de lo narrado.
Escrito con sapiencia investigativa, sin desestimar la voz del pueblo, sucallada sabiduría callejera, cada historia narra o describe un hecho concreto, donde la poesía del habla popular no se ausenta y llena de imágenes, suspicacia y colores los pasajes; exhaustiva labor de rescate y compilación, reconcilia la memoria trasversal de Cienfuegos con la oficial, o establecida, en un compendio o conjunto de voces anónimas que declaran cienfuegueridad.
Al libro lo distingue la confluencia de saberes laicos, o fuera de la academia, desautorizados por las instituciones rectoras, o legales, que pasan a ser de interés científico; acopio de información, se agradece que nos acerque, de la mano, al acervo cultural y la idiosincrasia de la Perla del Sur, contando la historia o las historias de Cienfuegos, de los múltiples y proteicos Cienfuegos que componen la Perla, esa que no aparece en libros escolares, o registrada en los manuales de Historia.
Suerte de mapa colateral, o desviado, guía perpendicular, contrapuesta a las legítimas oficialidades, el libro nos permitirá caminar, de manera inversa, buscando el pasado, las calles de Cienfuegos, atravesando a la inversa, su historia, y lo mejor más importante, vivirla al revés, encontrando los puntos cardinales que nos llevarán directamente a su alma.
Al cerrar las páginas, puntualmente ilustradas, además del agradecimiento a Pedro, Adrián, María y el regocijo por habitar una ciudad rica en privilegios, me asaltaron algunas preguntas: ¿Cienfuegos, en caso de que pudiéramos definirla genéricamente, será hombre o mujer? ¿Es un museo donde se le ha permitido a los ciudadanos vivir; o un pedazo de ilusión dentro del cual caminamos sin saber qué son el futuro, el presente, y el pasado.
Autor: Derbys H. Domínguez Fragela