Por: Tomado de Cubadebate.
18 de abril de 2012.
No es un concierto de los Van Van, ni el ritmo contagioso de Charanga Habanera repletando uno de los teatros más emblemáticos de Cuba. Tampoco se trata de un espectáculo humorístico dirigido por Rigoberto Ferrera, de esos que nuclean en torno a sí a lo que más vale y brilla del humor criollo contemporáneo, y dejan la convicción de que la risa, además de divertir el alma, agita con furor el pensamiento.
La compañía de Lizt Alfonso ha decidido celebrar sus 20 años contradiciendo a Carlos Gardel y demostrando que dos décadas valen mucho. No por gusto miles de espectadores han acudido al “Karl Marx” para disfrutar el musical Amigas, un espectáculo que trasciende las andanzas tradicionales de este grupo de baile español, para proponernos un recorrido por la danza lo mismo en clave de guaguancó, que de rumba, son o rock and roll.
Uno de los méritos que tiene Amigas -amén de muchos otros que pueda señalarle la crítica especializada- es desempolvar la época de oro del teatro musical, con una tradición que irrumpió en Cuba allá por los años 20 del siglo pasado, y que fue honrada hasta hace poco -en términos de tiempo histórico- por el Teatro Musical de la Habana o por el propio Karl Marx, cuando estrenaba puestas en escena al estilo de Hello Dolly.
La obra transcurre en el programa televisivo de ficción Música y Estrellas, concebido como pretexto para que Mercedes, Caridad y Regla, los personajes protagónicos -integrantes del trío de voces Amigas-, entonen títulos clásicos del cancionero cubano, acompañadas de coreografías impecablemente concebidas y montadas por Lizt Alfonso. Niurka Reyes (alternando con Maureen Iznaga), Yaima Saez (o Gretell Barreiro) y Sory versionan de manera muy personal Contigo en la distancia, Bésame mucho, Vuela Pena o la propia Amigas, entre otros temas que serán venerados en la interpretación de estas mujeres, más allá de las voces memorables que los interpretaron antes.
Puede que el espectador extrañara puestas en escena como esta, donde no hay concesiones a modismos ni a discursos fáciles, de esos que sirven para atrapar rápidamente al público. Aquí la conquista del receptor es a fuerza de lucimiento y elegancia de los protagonistas -no solo, por cierto, de quienes se muestran visibles encima del escenario, sino de quienes, detrás de él, hacen suponer un orgánico equipo en el diseño escenográfico, el vestuario, el trabajo con las luces y un guión que fluye naturalmente, como si el tiempo no pasara.
Concluido el intermedio, los espectadores percibirán que la segunda parte del espectáculo evita casi completamente los diálogos. Imprescindibles antes para situarnos en contexto, serán sustituidos ahora por la afectividad propia de la danza y la música. Historias conocidas entre nosotros de rupturas, desgajamientos y reconciliaciones serán narradas a través de la combinación de Vuela Pena -de Amaury Pérez- y Contigo en la distancia -de César Portillo de la Luz-, con la coreografía El Mar, una de las más logradas y emotivas de la obra.
Con Amigas, Lizt Alfonso ha venido a convencernos de que el musical no depende tanto de abundantes lentejuelas, ni de recursos fastuosos, ni de escenarios sofisticados más propios de Broadway que de las artes escénicas en la Isla. El talento, el ingenio y la impecable formación profesional de sus bailarinas no tienen nada que envidiarle a los espectáculos más reputados, y encarnan una diversidad infinitamente agradecida, dentro de un contexto donde algunos gestores y promotores de cultura parecen demasiado concentrados en rendirle culto al reggaetón.
Hasta el próximo 29 de abril, durante los fines de semana, el público de La Habana y quienes estén de paso por la capital podrán romper la barrera de los que creen el teatro musical pasado de moda, y no le consideran capaz de llenar el temerario Karl Marx.
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