Museo de las Artes en el Palacio de Ferrer ofrece muestra de artes visuales

No es este el anhelado recinto de arte contemporáneo que reclaman nuestros artistas, pero la pequeña salita de artes visuales que ofrece el Museo de las Artes del Palacio Ferrer, atina en mostrar un segmento de la producción artística contenida entre las décadas de 1930 y 2000, lo que infiere un largo período que incluye a autores representativos del arte académico, esencialmente graduados de San Alejandro o de la Escuela Nacional de Arte, y autodidactas con una línea naif o experimental.

La exposición “permanente” es parte del reservorio patrimonial y, de cierto modo, una perspectiva del todavía escasamente investigado decurso de las artes visuales locales. Por supuesto, hablo de una historia que rebase lo turístico y profundice en los estilos, las poéticas y regularidades de nuestros mejores hacedores y movimientos, asumida como un proceso, no de la manera fragmentada, descriptiva, ensalzadora y pintoresca con que suele aparecer en publicaciones y tesis de grado.

Museo del Arte
Sala de las Artes Visuales del Museo de las Artes. /Foto: del autor

El proyecto (así le llamo, pues sospecho que la sala sea privada del actual montaje barroco y surtida de un relato museográfico y curatorial más coherente, tal vez respondiendo a cierta línea temporal) es de una valía incalculable, pues solventa la urgencia de reservorios patrimoniales de las manifestaciones del arte.

En la cálida salita se halla un apartado para nuestro escultor y pedagogo insigne, Mateo Torriente Bécquer, fundador de la primera Escuela Experimental de Artes Plásticas en Cuba y de la Escuela Elemental Rolando Escardó, autor de obras emblemáticas como Estrella con caracola y cuerno y el balcón del Museo Nacional de Bellas Artes.

Mateo Torriente
El museo tiene un apartado para el legado de Mateo Torriente Bécquer. /Foto: del autor

En el local aparecen fotografías del artista y su obra; asimismo, varias esculturas de la etapa formacional, que develan el desenfado de su enunciado y técnica. Próximos asoman otros artistas, como Blanca González Simo, quien funda la academia El Arte en 1915 y anticipa la vanguardia plástica en Cuba, con los influjos del muralismo mexicano; su  alumna predilecta, Encarnación Rodríguez, una de las precursoras del grabado femenino en Cienfuegos; igual, el asombroso siluetista Pedro Manuel Cortés, instruido en Nueva York y amigo de Massaguer; Benjamín Duarte, entre los más privativos de la Escuela de Las Villas; Juan David, el caricaturista modelo de la isla; Adolfo Meana, de inestimable legado como profesor de pintura desde su llegada a la ciudad de Cévres en 1923 (Juan David y Mateo fueron pupilos suyos); Samuel Feijóo, núcleo de la Escuela de Las Villas y defensor del arte ingenuo a través de la revista Signos; Juan Roldán, versado de los trasluces y coautor de la restauración pictórica del teatro Terry; Evelio Marín, uno de los émulos de Juan David, quien muere olvidado; y el más trascendente de todos nuestros pintores y escultores ingenuos, Julián Espinosa, “Wayacón”, tan ensayístico que roza la vanguardia con sus textos instalativos.

Instalación de Leandro Soto
Instalación S/T, de Leandro Soto. /Foto: del autor

De generaciones más cercanas en el tiempo, el museo exhibe obras de artistas con una carrera virtuosa, aunque se extrañan otros tantos imprescindibles. En el candelero aparecen Leandro Soto, artífice del primer performance en Cuba; dos grabadores capitales: Néstor Vega, nuestro abstracto y colorista mayor, y Rafael Cáceres, uno de los más acuciosos en esta técnica; los pintores Elías Acosta, con gran experticia cromática y en las transparencias, y Frank Iraola Montaña, cronista visual de la ciudad; Ángel Peña Montalván, uno de los fotógrafos más creativos y laureados; Santiago Hermes, ex miembro de Punto y fundador de Trazos Libres; Juan Karlos Echeverría, escultor postmodernista por excelencia; Francisco Rodríguez Marcet, maestro del arte mural; entre tantos otros que matizan la sinfonía estilística del arte cienfueguero.

La ida a este bisoño museo es casi un acto imprescindible para quienes reclaman la visibilización de las artes plásticas sureñas. No permita que se lo cuenten. Tenga su propia experiencia. Vista hace fe.

(Tomado de 5 de Septiembre)

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