Modo Van Van. ¿Qué trae?

Formell y Los Van Van han presentado semanas atrás la que constituye su producción discográfica más reciente y a la que han nombrado “Modo Van Van”. El disco es una coproducción entre el sello BIS MUSIC y El Cerrito Records. Es decir, ARTEX y una empresa productora radicada en la costa oeste de los Estados Unidos se asocian para allanar el camino a la que se considera una de las orquestas cubanas de música popular bailable más sólida y de una probada popularidad tanto dentro como fuera de la Isla.

Digo que una de las más sólidas y no absolutizo, pues en ese caso dejaría fuera a la Orquesta Aragón, a Habana D’ Primera, al Septeto Santiaguero o a otros proyectos musicales integrados por músicos cubanos de distintas generaciones que hoy se mueven por el mundo y cuyo trabajo va de lo tradicional a lo más cercano a las vanguardias sonoras hoy en boga, incluyendo la música urbana.

Lo primero que llama la atención en esta propuesta discográfica es el fin -al menos aparente- de la relación contractual de la tropa formeliana con la EGREM; empresa que una vez desaparecido el sello CARIBBEAN PRODUCTION, recogió nuevamente a la tropa vanvanera.

Este proceso migratorio de parte del talento de la EGREM hacia BIS MUSIC ya había tenido su primera expresión en el coqueteo entre BIS y el desaparecido pianista César “Pupy” Pedroso a comienzos del 2021. Aunque este redactor sabe que otros talentos de esa empresa también han valorado la posibilidad de una migración profesional hacia otros sellos discográficos nacionales, donde BIS MUSIC es considerada la primera opción.

Por su parte, El Cerrito Records ya había presentado sus cartas plenipotenciarias dentro de la música cubana por esas mismas fechas, cuando apañó y produjo el disco que involucró al cantante Issac Delgado, al músico Alaín Pérez y a la orquesta Aragón. Relación esta que terminó en la consecución de un premio GRAMMY de ese trabajo. Tal credencial es una invitación a establecer una relación más profunda.

“Modo Van Van” es el regreso discográfico de la orquesta que con justeza Juan Cruz bautizara en los años noventa como “el fabuloso tren musical de la música cubana” en una de sus tantas presentaciones el Salón Rosado de la Tropical, en los años de esplendor de la música popular bailable y que arroparon el fenómeno conocido como “timba”.

Un silencio discográfico de tres años en tiempos de redes sociales y mucha música chatarra puede ser fatal para la carrera de algunos artistas. Sin embargo, una de las grandes virtudes de la música popular bailable cubana es su perdurabilidad, por lo que no debe extrañar que el ciclo vital de su anterior producción se haya cerrado en el campo discográfico y no así en su consumo en conciertos.

De todas formas, ya era menester que Van Van regresara con una nueva propuesta discográfica para que sus seguidores le dieran la aprobación o no a esta nueva etapa de trabajo. Y al fin ya está disponible.

Lo primero que llama la atención de este fonograma es el uso en su portada de un elemento simbólico que definió durante sus primeros cuarenta y cinco años a la orquesta: el bajo. Es decir,  hay un reconocimiento tácito de la presencia del fundador de la orquesta en cada paso o acción de la misma. Formell, siempre presente.

Solo que el simbolismo omite que fue en los últimos años que Juan cambió la guitarra bajo por un “baby”; sobre todo en el mismo instante en que entendió –muy a tiempo como casi siempre hizo en su carrera— que debía preparar el relevo en la dirección de la orquesta. La manera de “halar las cuatro cuerdas” de Formell no solo determinaron la ruta Van Van en lo musical, sino también en lo conceptual. Y esa visión le permitió asimilar el estilo de otros bajistas a los que no dejaba de aconsejar.

Aún así el diseño de la misma se ajusta a los cánones contemporáneos; aunque la saturación de rojo en la misma –en aras de atrapar al destinatario— tiende a ser molesta por momentos y las ilustraciones de los cantantes no pasa de ser eso: una ilustración más.

Pero, qué puede traer de novedoso “Modo Van Van” más allá del repertorio en el que destacan un tema de Juan Formell no grabado antes por la orquesta (existen otros tantos que espero alguna vez sean de dominio de los seguidores y baladores cubanos) y la regrabación de un tema de Calixto Callava.

Lo primero y más importante, y quizás en lo único que no han reparado hasta el presente –pienso yo— ni los seguidores ni los estudiosos de la obra vanvanera: el movimiento del songo, como forma musical, hacia la fuerza de la batería que ejecuta Samuel Formell, como elemento determinante del trabajo presente de la orquesta.

Estructuralmente el diseño de la percusión en Los Van Van en el mismo instante de su fundación, allá por el año 1969, fue obra del baterista Blas Egües; nombre al que pocas veces se hace referencia cuando se habla de los orígenes y desarrollo del songo. Blasito, como fue conocido en el ambiente musical, en el momento de abandonar la orquesta propone a Formell que su puesto sea ocupado por José Luis Quintana, “Changuito”, a quien ya se consideraba un baterista prominente y que podía empastar su estilo con el de Raúl Cárdenas, “El Yulo”; sobre todo por el conocimiento de los ritmos afrocubanos. Esa combinación, Yulo y Changuito, fue determinante en el cierre de la idea que tenía Formell del papel de la percusión en su propuesta musical junto al piano. Y mientras todo ello ocurría, tras bambalinas, Samuel Formell se estaba formando; bien asistiendo a los ensayos de la orquesta, recibiendo clases con Changuito y asimilando el ambiente musical de su generación en el que una pléyade de bateristas comenzaba a imponer estilos y modos muy particulares de ejecutar el instrumento.

Sin embargo, ese movimiento del songo del bajo a la batería no comenzó en fechas recientes. No, su primera señal llegó con la entrada de Samuel a Los Van Van a comienzos de los años noventa y hay dos temas musicales en los que se esboza lo que será a futuro el songo: “Te pone la cabeza mala” y “Soy todo”. Y tras ese movimiento, premeditado, está la visión de futuro del fundador de la orquesta –siempre innovando— y la presencia de un músico de la talla de Boris Luna que, aunque se ha especializado en el manejo de los teclados, es un pianista y orquestador de un talento inimaginable. Tanto es así que Jerry Masucci le confió los arreglo y producción de muchos de los discos que produjo en Cuba en esos años.

No es que en estos tiempos se minimice el papel del piano en el trabajo musical de Los Van Van, es que simplemente la preponderancia de la percusión es, a fin de últimas, la razón fundamental del Songo y ello lo entendió Formell en su momento.

La versión del tema de Calixto Callava, “Canta la ceiba”, es a mi entender el puntillazo que define y justifica la presencia de Armando “Mandy” Cantero en la orquesta. Es un tema hecho a la medida de su voz y carisma –Callava lo concibió como una rumba—y esta versión supera con creces el original grabado en los años ochenta.

Escuchar a Mandy Cantero, al menos para mí, en este tema me remite al momento en que otro Armando, solo que Cuervo, formó parte de la orquesta. Este tema fue pensado por Formell para que él lo cantara; solo que Armandito Cuervo fue llamado a filas por Chucho Valdés para integrar Irakere y el tema permaneció relegado en espera de un momento mejor.

“Modo Van Van” ya está en el camino de la música cubana. Ahora tendrá de realizarse tanto en el mercado como entre los bailadores. Bailadores que siempre tendrán como referencia los temas pasados, esos que son clásicos y que tienen el sello de su fundador; solo que Los Van Van han cambiado para bien y merecen el beneficio de la duda.

A fin de cuentas, lo que piensen críticos y estudiosos no tiene peso si los seguidores de la orquesta reafirman su fidelidad a la misma. Ser un Van Van tiene su encanto y un modo de vivir la música cubana. 
Autora: EMIR GARCÍA MERALLA

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