Por: Jesús Mena Aragón
3 de abril del 2009
Cuando aquel 20 de Mayo de 1829 concedí el título de Villa a la Colonia de Fernandina de Jagua en la costa Sur de la Isla de Cuba, Yo, el Rey, Don Fernando Séptimo por la Gracia de Dios, estaba lejos de imaginar que esta devendría una Perla a la que luego otros distinguirían con el título, más que nobiliario, de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
No es de extrañar, pues, que al filo de sus 190 años bien cumplidos, se le rinda pleitesía. Tanta como la imaginación del hombre sea capaz de concebir y el peculio de sus actuales autoridades lo permitan. Eso sí, con comedimiento y sin derroche de recursos económicos, como estos tiempos aconsejan.
Aunque hace mucho, demasiado, no me encuentro ya entre los mortales, he sabido de los festejos que se preparan en honor a esta hermosa ciudad: iluminación con luces especiales a los bustos de Mercedes Matamoros, Enrique Edo, Pedro Modesto Hernández y el escudo de Cienfuegos emplazados en el Paseo del Prado de esta urbe.
En la fachada principal de la más importante de sus librerías, la Dionisio San Román, un mural de cerámica reflejará el momento de la fundación de la ciudad por Don Luis De Clouet. Se concibe instalar otro, en la acera del Prado, entre Dorticós y La Mar, y la reparación o mantenimiento de los once existentes dentro de esta urbe.
Entusiastas, celosos preservadores de su riqueza histórica, los cienfuegueros mantienen encendida la llama de su imaginación. Así pues, para el onomástico que se avecina, determinarán un área de la ciudad para plantar, a partir de este momento, 189 jaguas, y proceder, el 22 de abril, coincidiendo con su fundación, a sembrar el árbol 190, con lo quedaría inaugurado el “Bosque de las Jaguas”, donde cada año plantarían otro retoño.
En este punto, los menos familiarizados con la historia de esta Villa debían conocer que el árbol citado es el símbolo de la ciudad. De su fruto surgió Jagua, esa mujer que la leyenda describe como hermosa, risueña, de formas bellamente modeladas, piel de oro, ojos expresivos, y larga y negrísima cabellera.
De esta beldad quedó prendado, quien lo duda, el cacique Caunao, con quien contrajo nupcias. La mitología popular afirma que ella significa, mina, manantial, fuente y principio.
Al concederle el título de Villa a Cienfuegos, Yo, el Rey, tuve en cuenta que era el paraje más adecuado de aquella nueva población y para perpetuar en la propia Colonia el apellido del digno Capitán General que fue de dicha Isla Don José Cienfuegos…, autor y protector de tan útil establecimiento.
Lo de Perla del Sur vino después. No me cupo el privilegio de concederle como rey tan hermoso nombre. Aunque, nadie lo dude, es el más hermoso que pudieran otorgarle.
Posdata: lo revelado hasta aquí es una parte, mínima, de lo que los cienfuegueros ejecutarán para que este onomástico esté a la altura de lo que esta Perla se merece.
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