Por: Julio Martínez Molina.
29 de diciembre del 2010
Había una vez en Cienfuegos un señor, de apellido Collazo. Llevaba, tres décadas atrás, a los barrios de la periferia, películas cuya proyección constituía un verdadero suceso nocturno allí. Cualquier poste del alumbrado público le servía de improvisado pendón para colgar su “pantalla” andante.
Ese hombre, su imagen, no se me evapora de las memorias de mi primera década.
Tenía la facultad de atraer a la gente hacia el cine mediante aquellas, para algunos, germinales exhibiciones ensoñadoras de signo cortazariano (en virtud del famoso documental Por primera vez, del realizador cubano Octavio; no en razón del tocayo suramericano).
Hay en Cienfuegos ahora, mucho después de hacer lo suyo dicha querida figura del recuerdo, otra persona que ejerce un mecenazgo cinematográfico, merced al proselitismo cinéfilo-pedagógico ejercido por sí hacia el arte de las imágenes, las palabras y el sonido. Se llama Mario Lara Pérez, tiene 33 años, estudia Cine y desde el Comité Provincial de la UNEAC, donde labora como comunicador cultural, dirige tres proyectos respaldados por la institución.
Aunque casi nadie lo ve, mucho y bueno es filmado cada lustro a lo largo del planeta, por diversos autores o creadores noveles, para disímiles cinematografías. Debido a razones sabidas, buena parte de ese “cine invisible” queda reducido a pasto de festivales especializados o connoisseurs, pues los canales de distribución, topados de morralla hollywoodense, lo obliteran.
Mario Lara se las agencia, con un poder de gestión nacional que maravilla a los mismísimos “leones” del universo de los flash y los hard portable drives, para hacerse de no pocas de tales obras y luego compartirlas con el público.
“Creo que eso es parte de mí, pues experimento un gozo al hacerlo”, dice el artífice de los proyectosGato blanco, gato negro; La linterna mágica y Noche de MDM (Masa deshuesada mecánicamente).
En torno tanto del origen como del carácter de dichas propuestas, le inquirimos: “Todo inició por intermedio de las programaciones semanales de la sala de vídeo Tomás Gutiérrez Alea, de la UNEAC. Con el paso del tiempo, la permanencia de las dificultades en la locomoción nocturna y el incremento de la tecnología digital hogareña, el flujo de asistentes decreció, a la manera de otras salas de exhibición. Además, la sede fue objeto de una restauración, cuyo prolongado tiempo también influyó de algún modo en ello. Los tres espacios surgen como parte de la proyección hacia el exterior de la Unión.
“Intentamos en cada uno de ellos, añade, proyectar películas ya bien poseedoras de valores artísticos; ya bien de interés sociológico, cultural, histórico… Una proposición alternativa, diferente.
“La idea consiste en llevárselas a la gente, y la mejor manera que encontramos es exhibirlas en lugares céntricos, al aire libre. Por ejemplo, los exteriores de la Galería de Arte del Boulevard. Aquí transcurre el espacio Gato blanco, gato negro (por la película homónima del realizador Emir Kusturica), el primer y el tercer viernes del mes, a las 9:00 de la noche. Las paso en una pantalla a través de un videoproyector: largometrajes de ficción, documentales, cortos de animación, videoarte, mediometrajes…”, continúa Lara.
Por su lado, La linterna mágica acaece los terceros jueves, a igual horario, en la fachada de Teatro A Cuestas. Mario aprovecha que se trata de la noche de recreación universitaria, cuando muchos jóvenes acuden a la colindante discoteca Benny Moré. Mientras aguardan por la entrada al club -expresa Mario-, tienen la oportunidad de visionar una película, de forma gratuita.
Además, otras personas acuden a la cita, aunque por norma relacionadas con el universo cultural. Varias le han regalado ideas para la articulación de ciclos futuros.
El tercero de los proyectos, Noche de MDM (Masa deshuesada mecánicamente), está más cercano ya a la hibridación del juego y el audiovisual. Lo realiza durante el último sábado del mes en los Jardines de la UNEAC, también a partir de las 9:00 p.m.
“Es como una respuesta a estos proyectos audiovisuales que están surgiendo e integran música grabada o en vivo, unido a otras expresiones dentro de su heterodoxo formato. Consta de una sección de Misceláneas, un conjunto de materiales audiovisuales, inadvertidos pese a su calidad: documentales, cortos de animación, trabajos publicitarios, mediometrajes, materiales de primera línea, cubanos o extranjeros, que se visualizan poco o nada. Como la idea es pasarla bien, divertirnos, yuxtaponemos una presentación musical. Se insertan suertes de frescos visuales en pantallas, a partir de filmaciones mías o de otras personas sobre el rostro menos ‘postalero’ de la ciudad. En fin, es algo muy mixturado, diverso, pero siempre refrescante”, explica.
Él piensa que la constancia en las distintas acciones consolidará la presencia permanente de un público: “Vayan dos o 20 personas, allí tienen su obra audiovisual íntegra, sin cortes, desde los créditos de inicio hasta el cierre.
“Mi esperanza, sin ser pretencioso, sería modificar algunos hábitos en los modos de consumir cine”, anhela el joven estudiante de Licenciatura en Comunicación de Medios Audiovisuales, en la filial camagüeyana del Instituto Superior de Arte.
En la beca, ganada por convocatoria tras vencer una prueba de aptitud, pasa una semana al mes. “La escuela me ha dado orden, metodología, lucidez; me permitió apreciar de diferentes formas cosas que veía bajo otros ángulos desde hace miles de años; herramientas para decodificar más certeramente los fenómenos audiovisuales”.
Allí, Mario converge con “gente que piensa como yo, tienen percepciones afines, sensaciones artísticas y concepciones filosóficas semejantes a las mías”. Quizá, a partir de la comunión de intereses e ideas, no sea lejano el día en que nuestro entrevistado tome una cámara junto a sus colegas (de hecho ya él marca sus pininos) y parteen una criatura fílmica. No obstante, ni en ese caso, creo, dejará de configurar junto a otros amantes de la pantalla espacios como los que ahora conduce. Lo lleva en la sangre.
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