Cuando todos pensaron que nunca abriría la maleta para regresar, ella estaba tocando el timbre de la puerta de su casa. Cuando todos se inscribían en las nóminas de las grandes compañías de danza de Cuba, ella llenaba el espacio vacío en la casa de cultura de Cumanayagua. María Elena Bereau siempre estuvo contra el tráfico y no por ello dejó de ser la bailarina que es.
Volvió de la Escuela Nacional de Danza un día de 1985 con una sed que le cortaba el movimiento: “la de estar con mi familia, despertar en la calle Cuba, caminar por Cienfuegos y ver ese mar lindísimo”, dice en el escenario de Café con Arte, espacio que bajo la guía de Miguel Cañellas Suerias, director del Teatro Tomás Terry, reverencia a figuras ilustres de la provincia durante jornada de la cultura cubana, del 10 al 20 de octubre.
Desde los doce años había salido de casa. Se sabía de memoria el bullicio de La Habana. “Vine buscando el remanso para la creación, el arte es un puerto refugio del ser humano (…) Empecé a trabajar en la casa de cultura de Cumanayagua, muchas personas me ayudaron en ese período duro de tránsito. Luego me pasan a la de Cienfuegos, donde aprendí incluso a trabajar con niños sordos, ciegos… etapa de aprendizaje y de cuidar a mis hijas (…) Después me voy a patinaje y gimnasia artística como coreógrafa. No fue hasta 1996 que se crea la escuela de danza de Cienfuegos, fue en el Ateneo del Teatro Tomás Terry”, agrega y la nostalgia se anida en sus ojos verdes.
En la pantalla pasan fotos que la hacen mucho más joven. Ella le explica al público cada detalle, cada movimiento en el tiempo. En Café con Arte, encuentros-conversatorios del Tomás Terry, la huella luce más definida y los tributos una lógica bien pensada. Alumnos insertados en importantes compañías dentro y fuera de Cuba reverencia a la maestra, la llaman madre y ella aprieta los dientes, estira su cuello y respira, las emociones se tramitan con elegancia.
“La danza para mí no es la forma de alimentación económica del hombre, es por lo que tiene que respirar ese hombre. Hay que levantarse una y otra vez a pesar de los dolores (…) En los inicios los profesores de danza de la Escuela de Arte eran instructores de arte en su mayoría, pero con un amor y unas ganas tremendas de hacer y de fundar. Hicimos un equipo.
“La danza es el lenguaje narrativo del espectáculo. En Cienfuegos han existido muchas compañías de calidad (…) Pero hay que ponerse como meta abrir el nivel medio, porque mientras sigamos dando los alumnos a otras ciudades seguiremos padeciendo de su ida definitiva (…) Y que no se diga más que no hay profesores en la Escuela, sí hay y con esa mentalidad de superación debemos emprender ese reto”, enuncia con voz segura, de bailarina madura.
María Elena Bereau es una mujer difícil de emocionar. Audios con palabras de agradecimiento han cruzado los océanos y los continentes para Café con Arte. Alumnos que hace mucho tiempo no ve. María Elena Bereau respira y no deja que la melancolía se robe el espectáculo. Los ojos verdes disimulan y ella respira lo más hondo posible.
“La carrera del bailarín es muy sacrificada y yo no tenía la suficiente pasión para dedicarme a esa vida profesional. Siempre me gustó mucho la enseñanza y me siento bendecida cuando logro mover el cuerpo de un niño, de un adolescente. Soy feliz siendo maestra.
“La cienfuegueridad en la danza está en esa limpieza técnica, en la manera diferente en que se mueven y en el dominar varios estilos. También en la elegancia a la hora de proyectarse”, agrega.
Usted decía ahorita que se fue de La Habana buscando tranquilidad, un remanso para su vida… Tiempo después su hija Lourdes se va para La Habana. ¿Situaciones a la inversa?
“La Habana es muy movida y Cienfuegos me da la quietud que necesito. Mi hija se fue buscando lo que yo tuve en esos seis años de vida… el trabajo se hace dondequiera”.
María Elena Bereau lleva 36 años sin subirse a un escenario a bailar ella misma. Dice no extrañarlo, “porque bailo con mis alumnos, lo mismo limpiando una coreografía que dando una clase de creación (…) El aplauso de ellos es mi aplauso (…) Bailo con ellos para captar la inseguridad de los movimientos, las repeticiones, cuando hay desconcentración… se hace un hábito la corrección y lo guardas para decírselo en el momento justo. Disfruto mucho cuando hay un cuerpo que se preparó y está marcado por la pasión”.
Ella lleva Cienfuegos en la rectitud de su temperamento, en la limpieza de las técnicas y en la elegancia de erguir el cuerpo para caminar mejor. Siempre tuve la impresión de que ellos, los bailarines, hablan una lengua hasta cierto punto incomprensible por el resto de los mortales, incapaces de pararse sobre las puntas de los pies, retar a la gravedad o realizar un assemblé. María Elena Bereau lo confirma. Ella se ve contra el tráfico, y todos la ven por la línea recta del amor.
(Tomado de 5 de Septiembre)
Deja una respuesta