Este artista encarna el criollismo. Cienfueguero por adopción, se define sencillo el moreno, cuya obra literaria trasciende localismos y mereció el premio Alejo Carpentier en 2012. Ahora anuncia su próxima novela: Monasterio, revelación de su imaginario y motivación.
Marcial Gala es hijo del cosmopolitismo de una ciudad industrial. Nacido en La Habana, llegó a Cienfuegos a los diez años, cuando su padre trabajaba en el Combinado de Fertilizantes y esas cuatro décadas son la impronta de su arraigo aquí, para dicha de las letras en la región.
Multifacética resulta su formación: giró por Dibujo, Artes Plásticas, Arquitectura (como profesión) y escritor con prolífera obra, consolidada en la década de los ’90.
Estudiaste en primarias y secundarias locales, luego partiste a Santiago de Cuba a estudiar técnico medio en Ergoterapia psiquiátrica (Terapia ocupacional). ¿Qué significaron esos tres años?
“Es una ciudad surrealista, me inspiraba, fueron los mejores años de mi vida”.
Me han dicho que eras un niño triste, muy tranquilo. ¿Tiene eso algo que ver con el temprano interés por el mundo de la psiquis?
“Es una apariencia. Para mí la tristeza se comporta como casi todos los antónimos, es una forma de alegría; el pesimista, por ejemplo, tiene una euforia en sí, porque a cada rato entiende que tiene razón; sin embargo, el optimista se frustra por el exceso de entusiasmo. Yo a veces parezco deprimido y estoy contento, y viceversa; eso se torna”.
¿Cuándo empezaste a escribir?
“Siempre fui buen lector, en la infancia me bebía libros de adultos. Allá en Santiago, en la Biblioteca ‘Elvira Castro’, me aficioné más. Después pasé un Preuniversitario militar, hice la carrera de Arquitectura y me decepcionó; entonces me fui entregando más a la lectura y a la Literatura, muy empíricamente, no había en esa época una escuela ni casi talleres literarios.
“Empecé con la poesía, que no se lleva como un medio de vida, sino como una forma de desahogarse; luego un amigo narrador me prestó un libro, comencé un texto como el suyo y no pude parar; la narrativa me enseñó una conciencia del oficio, mientras la poesía la haces de una sentada; un cuento de veinte cuartillas, bien sabes que lleva tiempo.
“La novela es lo que más me gusta, y quisiera que me recordaran como un novelista, pero es la más larga, para hacerla necesitas hasta una tranquilidad económica”.
¿Qué es para ti la poesía?
“Una corriente subterránea que atraviesa todos los géneros, uno de los eslabones que une todos los universos; desconfío del escritor que no le guste”.
¿Y la prosa poética?
“La admiro mucho; hay obras de esa modalidad, escritas de forma tan limpia que sacan y te llevan a lo básico del ser humano, quiénes somos, a dónde vamos, como: Ruinas circulares, de Jorge Luis Borges; y El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov”.
¿Si tu consagración literaria fue en los noventa, cómo escapaste del Realismo sucio?
“En aquellos tiempos me interesaba una escritura más fantástica, casi de evasión. En esa etapa, Cuba estaba muy embebida en sí misma; si se hacía un abismo entre nuestra realidad y la de Latinoamérica y el mundo, pecábamos, entonces acentué el criollismo, imbricado con lo demás”.
¿A qué otros contemporáneos unes a los que reafirman, como tú, que “mientras más nacional creas arte, más universal serás”?
“A colegas del grupo Macondo, pues ellos trascendieron por esa misma causa”.
El lenguaje marginal incuba estereotipos. Dime si les temes y si crees que esa literatura convierte los fenómenos sociales en dislates de un mundo pintoresco.
“No les tengo miedo, depende de la honestidad del autor, no repetir”.
¿Lo de tus textos es como considera la crítica, “un falso descuido en la elección de
las palabras”?
“Sí, hablo en cubano, más que en español. Nuestro argot es flexible, viola lo gramaticalmente correcto y yo no describo mis personajes, encarno la caracterización psicológica en su comportamiento, es parte de mi sinceridad, pero tras eso siempre está mi búsqueda de la belleza; eso me abstrajo del realismo sucio, de lo superficialmente grosero, como me preguntabas”.
Lo que me hablas, define tu estilo, si en su consolidación, el simbolismo de Alejo Carpentier puede pernearlo.
“Mira, lo del premio Alejo Carpentier 2012 a mi novela La catedral de los negros, es un gran reto, pues los lauros no cambian los textos y tiene entonces que pasar la prueba del lector, de si lo merecía o no. Él es un gran referente, pero eso no marca mi estilo; ya hubo un Carpentier, y yo prefiero ser el primer Marcial Gala, que el segundo o el tercer Carpentier. Para mí no hay maneras de escribir, sino asuntos que tratar”.
Dice Eduardo Galeano que escribe para sacarse vidrios del alma. ¿Qué dirías tú?
“Es un gran proyecto individual, tiene muchas etapas; él lo dice muy bonito, pero sí, escribimos para que no nos duela, porque la Literatura no da mucho ni los best seller (de Coelho, García Márquez) dan más que el fútbol, así que se hace por necesidad espiritual”.
¿Como la Ergoterapia?
“Sí, más o menos”.
¿Qué tienen que ver los ámbitos arquitectónicos del Cienfuegos de tus obras, cómo se relacionan con una ciudad mágica anclada en lo real?
“Siempre he tenido, como habitante de un país periférico, la ambición de traer lo interesante a mi lugar. Por eso hice la trilogía ‘Cienfuegos, la capital del mundo’. Está compuesta por la novela ya citada, donde se crea un monumento que compite con los góticos, los mejores del orbe.
“En otra, un personaje toca en El Palatino, y logra convertir a la Perla del Sur en un sitio obligado para el turismo. Después, en Monasterio, por salir en 2013, el concierto musical es en la Central Electronuclear (CEN)”.
¿Por qué?
“Ese hecho de que la CEN no se pudiera construir, todo esto me trabajó en el subconsciente; yo vivía por allá, entonces lo veo como un elefante blanco, un brillante sin valores; esto tiene muchas interpretaciones, pero predomina un entorno espacial inacabado.
Los elementos postmodernos en la literatura de Marcial Gala son una ironía, superan las inmaculadas miradas de otras latitudes para sumergirnos en razas diferentes, culturas distintas. ¿Qué opinión te merece ese concepto?
“Estamos marcados por el postmodernismo y nos pasamos, nuestro caleidoscopio va girando, llegamos a lo peregrino. Al extremo que la evolución de la narrativa es la búsqueda de la verosimilitud y hoy en el siglo XXI ya casi nada es creíble en las letras”.
Como una vuelta de tuerca, su antonimia rinde culto a la tenacidad, vuelve a moverse el amor por la ciudad, así quizás exorciza demonios de nostalgias con giros que redimen lo caricaturesco, con deliciosa ingenuidad.
Marcial Gala vive en el reparto de petrocasas “Simón Bolívar” y el último miércoles de cada mes ofrece una tertulia en la UNEAC.
Deja una respuesta