“Manolo: Un Geppetto con Queta y muchos Pinochos”

Un nuevo telón se abrió hace muy poco para Manuel de Jesús Ávila Núñez, más conocido por todos como Manolo. Ahora su vaca Queta le ha concedido la oportunidad de permanecer para siempre en uno de los salones del Museo de las Artes cienfueguero.

Y donde esté, ese titiritero de Cienfuegos, será para él un nuevo regocijo, ver a su primera hija, atesorada como un símbolo de lo que fue su vida, su pasión.

Aun recuerdo la primera entrevista que le hiciera a Manolo, cuando era una recién graduada.

 -“¿Muuuu…Mm… Mm… Manolo, hoy vamos a actuar?”-  le preguntaba Queta.

  • Ya les dije que no, hoy tenemos visita”

Así se preparaban él y sus muñecos para invitarme a compartir por unas horas la intimidad de su pequeño mundo de fantasías.

Al llegar fui conducida hasta un cuarto, donde más de sesenta caritas me miraban, disimulando el asombro y la curiosidad tras las diferentes expresiones que le habían sido dibujadas. Entonces comprendí que una entrevista a aquel hombre bajito, delgado, con su cabeza blanquísima en canas no sería suficiente. Sus tantos personajes aguardaban, deseosos también por hablar…

– “Oiga, mulata… nozotroz también trabajamoz. ¿Tú quierez que te lo demueztre, eh?”- Me abordó zalamero uno de ellos.

“Tranquilo Gallego, esa mulata no es para ti”-  se apresuró a decirle Manolo.

Ellos son mi vida” –señaló en más de una ocasión- Y en verdad lo fueron, desde que comenzó el taller televisivo de los hermanos Camejo en los años 60.

-“Muuu…ahí me hizo a mí, cuéntale”- Me parece escucharle nuevamente a la presumida Queta.

Y era cierto, ella fue su primer títere, al que le sucedieron muchos más y cuando ellos salían a escena Manolo desaparecía…

Además de la vaca Queta perduran los más de sesenta muñecos que integraron también su familia, porque cómo me confesara en aquella primera entrevista: “cada títere o marioneta es para mí un hijo”.

Y hoy, uno de sus hijos, su primogénita entró al Museo de las Artes de Cienfuegos.

Solo me pregunto por qué no la acompañan sus otros tantos hermanos y qué habrá sido de aquel Gallego enamorado que una vez conocí en casa de Manolo.

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