Nunca ha sido distinta la motivación: abrazar a través de un premio a quienes consideramos ejemplo por su obra, por su interés de compartir valores a la generación nueva, por el rigor artístico e intelectual que sostiene su universo creativo. Ser artista ya es ser maestro, sobresalen aquellos que lo asumen con ética y responsabilidad.
El arte, como expresión sublime de cualquier cultura, interpreta o cambia una cotidianidad mientras la traduce al lenguaje de las emociones. La música, la danza, el teatro, las artes visuales, el cine, la literatura, son fuertes emisores de ideas y sentidos, susceptibles de emancipar o sojuzgar a los pueblos. También se puede ser esclavo mediante la cultura y su arte, pueden someternos a través de símbolos, de afectos, de sentidos comunes impuestos; pueden consagrar un imaginario en la sociedad hasta hacerlo parecer inmutable.
Pero no hay principios eternos, todo sistema social sabe que depende del arte para sobrevivir; es la cultura consumista, avariciosa, selvática, la que sostiene el capitalismo; por eso genera un arte para alienar, para que mujeres y hombres sobrevivan en un marasmo donde solo importe el bien propio, incluso cuando este dependa del sufrimiento de los otros.
Ustedes, maestros, como todos a los que la Asociación Hermanos Saíz distingue desde 1995, son baluartes de otra cultura, la que en muchos países es resistencia, la misma que según Martí nos libera, la misma que según Fidel hay que salvar; la del sentido humanista, crítico y comprometido, la que nos invita a ser ciudadanos activos en la conformación de la ética de una sociedad, la que nos hace pueblo y no público, como nos enseñó el inolvidable Fernando Martínez Heredia.
La Cuba revolucionaria hizo de esta cultura, La Cultura (en mayúsculas), nos agrupó como artistas en varias organizaciones hoy resumidas en la Uneac, la AHS y la Brigada José Martí, nos brindó la autonomía para crear y fundar en cada tiempo lo que precisara cada tiempo. La década de los 90´ necesitaba la distinción Maestro de Juventudes, como es importante hoy y lo será, en un país que formó a intelectuales y artistas que disfrutan de enseñar, que dialogan con los jóvenes sin prejuicios e invitan a que seamos osados, nunca sus copias, porque entonces no seríamos revolucionarios.
«La semblanza de los paradigmas es para trascenderla, no para convertirla en leyenda muerta ni en eslogan frío».
El premio también es una deuda con aquellos cuya obra y vida son lecciones, para que, en su entorno, a veces hostil e incomprensivo, nadie olvide que son maestros, que merecen respeto y admiración, aunque no la pidan, porque es la humildad otra de las virtudes que los acompaña.
Qué responsabilidad altísima la de seleccionar entre tantas propuestas, estamos conscientes de que faltan nombres por decir, pero estos siete son indiscutibles:
La Premio Nacional de Radio, la realizadora Caridad Martínez González; el historiador y periodista, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas Pedro Pablo Rodríguez; el pintor y grabador, Premio Nacional de Artes Plásticas, Eduardo Roca Salazar (Choco); el actor, profesor de teatro, crítico de arte e investigador, Roberto Gacio Suárez; la periodista y escritora Basilia Papastamatíu; la compositora e intérprete Rosa María Campo Pérez (Tía Rosa); y el doctor en Música, director de coro y profesor, Jose Antonio Méndez Valencia.
Cada uno de ellos ya dejó una impronta, y no hablo solo de la historia que los enlaza a los pasillos de Radio Progreso, de Radio Musical Nacional, de Bohemia, el Centro de Estudios Martianos, Juventud Rebelde, la Editorial Letras Cubanas, el Centro Coral de Matanzas, la Universidad de La Habana, el Instituto Superior de Arte, no digo una colagrafía en algún museo del mundo, o el recuerdo de las tablas de los teatros; me refiero a lo intangible mayor, a la épica que sostienen con sus actos, a la cultura que defienden desde una revista o con una canción para niños, a la nobleza de quien solo espera ser útil.
En nombre de la Asociación Hermanos Saíz, la casa de los artistas jóvenes, en nombre también de la sociedad que su arte sostiene, en nombre de los cronopios del mundo, millones de gracias, y felicidades.
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