El centenario de Luis Carbonell, declamador, músico y narrador escénico, quien dejó una huella única e irrepetible en la cultura cubana, fue evocado en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
En velada auspiciada por la Fundación Nicolás Guillén y la Comisión José Antonio Aponte de la Uneac, se hicieron evidentes las diversas facetas del arte de Carbonell y la pertinencia de mantener vivos sus aportes en la memoria cultural de la nación.
El vicepresidente de la Uneac, Pedro de la Hoz, abordó la altura del ejercicio musical de Luis Mariano en proyectos como los que llevó a cabo junto a Esther Borja, Facundo Rivero, el Cuarteto del Rey, Los Cañas y Los Papines. Ya en el siglo xxi participó en el registro de las Danzas melopeas, de Ignacio Cervantes, mano a mano con el pianista Ulises Hernández y los equipos del Museo Nacional de la Música y Producciones Colibrí.
Nicolás Hernández Guillén recorrió, con minuciosa intensidad, los vínculos del llamado Acuarelista de la Poesía Antillana con el Poeta Nacional y la Fundación que lleva su nombre, y se detuvo, particularmente, en la extraordinaria interpretación que hizo Carbonell de la Elegía a Jesús Menéndez.
Para el poeta Miguel Barnet, quien tuvo a su cargo el cierre de la celebración, la trascendencia de Carbonell rebasa el ámbito local para inscribirse entre las grandes figuras de la cultura de la cuenca caribeña. «Él encarna –subrayó– la cúspide de la narración oral, la expresión de las alegrías más profundas del alma colectiva, la satisfacción de los apetitos cotidianos, donde no solo la alegría, sino también la reflexión, tienen su más recóndito asidero».