Sentía temor a mostrar aquellas criaturas que había concebido casi en secreto; acaso temerosa de los prejuicios que aún persisten en torno a la artesanía, a todas luces vista como una pueril manualidad desprovista de excepcionalidades y no como debiera conceptuarse, al menos en nuestra región, como una obra de identidad cultural comunitaria, que adopta las técnicas tradicionales en cuestión y que tiene un uso poliédrico: ornamental, social, estético y cultural.
Anivia Sainz Ramírez (Cienfuegos, 1970) echó a un lado esos recelos y gestó para su propio crecimiento la muestra personal Tejiendo un canto, un acto de fe en sí misma, al tiempo que homenaje a su gran amiga y colega de laboreos, la compositora e intérprete Belkidia López Fundora, quien por estos días festeja sus 35 años de quehacer artístico y los 18 de existencia del proyecto Al compás de las olas. Justamente, por esa razón 18 son las piezas que desbordan el espacio transitorio del Museo de Historia Provincial, en los últimos tiempos con un programa de exposiciones dinámico y heterogéneo.
Anivia asume el desafío de concebir una muestra esencialmente para los infantes (no desde una perspectiva adulta, como ha acaecido en otras exhibiciones, sino procurando el punto de vista de los niños). No es un muestrario aplanado de signo lúdico o pletórico de didactismos, que se complace con las simpatías que despiertan esta suerte de amigurumis (tendencia que consiste en tejer muñecos a través de la técnica de croché, de espíritu japonés, en recrear animales humanizados o seres concebidos en mundos fictivos) ideados para la ocasión. Indubitablemente, son personajes que tienen sus orígenes en canciones de la autoría de Belkidia, transfigurados por la sensibilidad de la artesana, casi todos protagonistas de los temas que fueron premiados en el concurso de música para niños Cantándole al sol.
Empero, los atributos de la exposición no se reducen a esta transposición de espacios narrativos, sino que merecen los encomios por la usanza de técnicas milenarias, aprendidas de su madre (costurera de oficio) y abuela, en las que mezcla de modo inspirado, técnicas de la tejeduría, tales como el ganchillo o croché (que se utiliza para tejer labores con hilo a través de una aguja corta y singular, aguja croché) y diversidad de puntos, como el tejido de punto trama o de punto por urdimbre, así como el punto parche o el hilván. Igual, elementos sugestivos de la costura, al modo de las formas de vuelo (refajos cancán, pasacintas, entre otras), entremezcladas con objetos de reciclaje, muchas de las cuales tienden a desaparecer en el mundo de la tecnología.
Curiosamente, la artista (podemos llamarla de este modo con toda responsabilidad) fija dentro de sus relatos de personajes fictivos las plenitudes que brindan los textos fotográficos, asideros documentales de los orígenes escénicos de los actantes, ideados para los espectáculos de la peña Al compás…, donde la propia Anivia asume uno de los roles en calidad de actriz, como sucede con la versión radial de dicho proyecto. Tejiendo un canto es un viaje placentero que agradecen los más pequeños, en tanto universo de legítima fantasía, abrigado por la ternura que entregan estos simpáticos amigurumis, y también los adultos (ahora llamados a remover la memoria de los niños que fueron). El color, el ritmo que provee este hado de instalaciones lúdicas (y juguetes personalizados para la visualización de las narraciones musicales) y la sonorización del espacio vigorizan esta experiencia sensorial, intelectual y emocional, abiertamente agradecibles. Vista hace fe.