Leve barniz de agosto en el Terry

Compania_teatral_rita_montaner

Compania_teatral_rita_montanerPor: Antonio E. González Rojas.
28  de febrero de 2012.

Pocos meses distan entre las dos más recientes representaciones cubanas, en el Teatro Tomás Terry de obras concebidas por la dramaturga española Paloma Pedrero: La llamada de Lauren, a cargo de la compañía de Nelson Dorr, y El color de Agosto, con la cual retornó a Cienfuegos, el último fin de semana de febrero, la Compañía Teatral Rita Montaner.



Obras que, desde variados ángulos, coliman respectivamente la madeja conflictual generada desde autorrepresivos atavismos sexuales y los entresijos laberínticos de la bisexualidad femenina. Puestas ambas resultantes en traspolaciones escénicas poco afortunadas de los textos originales, cuya riqueza dramatúrgica, semiótica y psicosocial, se diluye entre las deficitarias interpretaciones, que alertan a su vez sobre la magra dirección de actores y la concepción general de cada propuesta.

El color… de la Rita Montaner, aunque luce tonos de lustre un poco más digno, para aventajar en decoro a su catastrófico antecesor, sí flaquea a la hora de exponer el conflicto, de cierto redimensionado aire lorquiano, entre las antiguas amantes Laura y María, artistas de la plástica cuya relación de antaño se ve dinamitada por Juan, moderna reencarnación del invisible pero decisivo Pepe El Romano, definitivo catalizador del incordio entre las hijas de Bernarda ALBA. Igualmente, el nunca materializado Juan gana en paulatina densificación a medida que las reencontradas mujeres desgranan sus rencores añejos desde un escatológico coqueteo, rememorando la antigua vida en común, no exenta de celos profesionales y borrascosos conflictos.

Sin dejar de conseguir un ágil ritmo, la progresión dramática de la puesta carece de la intensidad requerida por tan borrascosa interacción, donde las protagonistas deberían manar adrenalina, como dos bombas de tiempo al rojo vivo, que amenacen destruirse de un momento a otro. Pero las interpretaciones no trascienden lo discretamente tibio. Los termómetros no corren el riesgo de estallar y todo transcurre según el horario.

Nunca alcanza la obra la temperatura del tórrido agosto, quizás algo de la incipiente tibieza de marzo. Falta ímpetu y organicidad a las actrices, poco identificadas con sus respectivos personajes, los cuales se limitan a ceñir como máscaras ajenas, sin buscar la posesión absoluta del estado de gracia histriónica, sin intentar extraer los parlamentos de la médula, como si expeler cada palabra significara una mutilación. Así de tensas y furibundas están Laura y María, concentrando en cada frase las frustraciones de una vida (cada una a su manera), para la definitiva aniquilación de lo único puro que pudiera pervivir entrambas.

El color,,, es una pieza sobre la autodestrucción y la represión a que se somete el ser humano, preso como es de sus instintos y sentimientos incontrolables, más allá de la cuerda lésbica sobre la que se desliza. Poco deja entrever de esto la puesta dirigida por Giraldo Moisés Cárdenas, aparte de lo explicitado por las líneas de texto y la cadena de acciones desarrolladas en la puesta de tenue tonalidad de febrero.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Categories