Tuvo lugar en Cienfuegos la inauguración de la obra más anhelada de los últimos diez años, al menos por el gremio de los cultores visuales: el Taller de los Artistas. Se trata del proyecto más diferido de los últimos veinte años, que pone en vuelo las instancias creativas de dieciocho artistas locales, quienes vivieron la odisea de una larga espera, permeada por las urgencias económicas, la crisis de la COVID 19, las debilidades de un diseño arquitectónico que resultó más hermoso que funcional (un perjurio al espíritu de la arquitectura) y una larga travesía de ejecuciones caprichosas y esquivas que debe servir de lección para los que acudan a las huestes de construcción no estatales.
Dejando a un lado aquellos desconciertos, sería injusto no aplaudir la existencia de este complejo de producción artística, ubicado en la calle de La Mar, potencial asidero para el disfrute, la promoción y venta de obras visuales (al margen de otras plenitudes gastronómicas y culturales), cuyo origen se localiza hacia el 2013, cuando el escultor Vladimir Rodríguez Sánchez gestionaba un taller para el ejercicio de la escultura. Tras un extenso periplo, el local se confiere a la dirección Municipal de Cultura y el Consejo de las Artes Plásticas y se ofrece a aquellos hacedores que urgiesen de un espacio en el futuro recinto, llamado desde esa fecha el “Boulevard de los artistas”.
En el 2019, a raíz de las celebraciones por el bicentenario de la ciudad, sucedieron los primeros impulsos, luego se fue postergando la inauguración un año tras otro, período de la pandemia en el tránsito, y finalmente, de modo sorpresivo, acaece el milagro de la apertura, que grosso modo premian los beneficiados y públicos sureños, aunque se dejaron soluciones inconclusas.
¿Cuáles son las potenciales aportaciones de una obra como el Taller de los Artistas? En principio, la agradable reconfiguración del espacio urbano dentro de una zona culturalmente apagada, pese a su tradición y significancia histórica, y las oportunidades que ofrece al gremio de los artistas visuales para gestar producciones en talleres aireados, con las dimensiones pertinentes (salvo el ramo de la escultura, que exigía una mayor anchura para la inserción de las herramientas de producción, ya no viables, y debido a sus formatos habituales). Asimismo, vigoriza o potencia la existencia de un mercado que pudiera favorecer el patrimonio característico y social, integrado a las estrategias económicas de la provincia; posibilita la conducción de procesos artísticos desde la señal colectiva (la emersión de proyectos grupales no solo es consecuencia de las afinidades, sino también una estrategia para la supervivencia), al tiempo que hace oportuna la extensión de esa grupalidad en los espacios comunitarios. Los talleres, al margen de sus propósitos económicos, ligados a los destinos turísticos, pueden contribuir a la formación estética de los públicos y de los educandos en las instituciones académicas cienfuegueras, al tiempo que enriquecer los programas de acción cultural de la ciudad. Igual, resulta un espacio oportuno para seguir de cerca las mutaciones estilísticas y topiculares de algunos de los creadores más lúcidos de la vanguardia plástica sureña y, por emergencia, de las disciplinas musicales y danzarias, especialmente durante las funciones de la galería que nos acoge a un lado del lobby. A propósito, un enorme espacio que debe ser bien intencionado para que dinamice la personalidad de los talleres (evitar la monotonía en el acto de reproducir literalmente las puestas de los recintos interiores; lo que nos induce a pensar en la conveniencia de las exposiciones de carácter colectivo); cuyos muros están obligados a “nivelarse” para que se puedan disponer las obras en la visual del espectador.
Para goce de todos, el Taller de los Artistas ha dado su primer paso y está obligado a diseñar su propia razón de ser (que no es la misma de otras instituciones históricas, como el Centro de Arte, la Galería Cienfuegos del Boulevard o el Taller de Grabado, por casos); sólo desde esta perspectiva pudiera ganar una identidad propia. Como revela su marca titular, urge que se precise como un proyecto diverso y grupal al mismo tiempo (aunque existan diferencias de toda naturaleza entre los creadores). No hay oportunidades para los egoísmos o las vanidades en este camino tan azaroso. En la alianza estará la potencia y el reconocimiento de esta obra tan esperada como útil.
El agradecimiento más profundo a quienes hicieron finalmente posible la existencia de este recinto cultural, que aún debe construirse como proyecto artístico. El arte sigue siendo el arma y el escudo de nuestra nación.