La salud de la letra impresa

Una biblioteca, en términos estrictamente culturales, es un templo del saber. Si se acomoda a las leyes de la Física, no es otra cosa que un espacio donde se atesoran libros y documentos para su consulta. Pero de cualquier manera, es un ente vivo que respira, late y se renueva con estricto apego a códigos establecidos.

La salud de sus fondos requiere tratamiento acucioso, y en esa cuerda, la política de descarte bibliográfico constituye fundamento medular. De él precisan para atesorar la información que fluye del conocimiento, se regenera, se pone a tono con la actualidad. El tamaño de los inmuebles, sin embargo, por lo general, permanece inalterable, mientras la avalancha de volúmenes avanza de modo arrollador junto con los tiempos.

 

Sabia y antigua solución para paliar estreches y sanear colecciones en bibliotecas públicas del mundo entero, (lea bien, del mundo entero), constituyen los procesos de descarte, apegados a estrictas normas de ejecución; amparados por la pericia de especialistas, y pensados hasta el infinito para no cometer ni errores, arbitrariedades o injusticias; efectuados planificadamente como un método necesario en favor de la reorganización de materiales, desechar lo obsoleto en función de cubrir en lo posible las demandas de los usuarios a partir de las características por área temática; el tiempo de las publicaciones; el uso y estado físico.

Cuba no es la excepción de la regla y se pone en esa sintonía global, máxime cuando por motivos económicos y tecnológicos obvios suficientemente conocidos, la perspectiva de digitalizar la totalidad de lo atesorado en ese tipo de instituciones es todavía una quimera.

Factores materiales como el deterioro, el uso, la mutilación, el mal estado y la contaminación, perjudicial tanto para bibliotecarios como lectores, clasifican para enarbolar un comportamiento eliminatorio junto con criterios de orden intelectual como la pertinencia y actualización de la información y el perfil de cada centro.

Se abre paso, entonces la depuración como recurso salvador, aunque a algunos lectores y/o investigadores en franco desconocimiento de la metodología aplicada en tales casos (en el mundo entero), consideren que se desecha la letra impresa.

EL SUSTENTO, EL FUNDAMENTO, LAS RAZONES

“Definido por algunos como revisión de colecciones, eliminación, retirada de documentos, poda, selección negativa y metodologías de la ciencia bibliotecaria, el descarte constituye una operación indispensable sustentada en elementos objetivos como las estadísticas de préstamos y las evaluaciones de los fondos, asegura Alicia Martínez Lecuna, directora de la Biblioteca Provincial Roberto García Valdés, de Cienfuegos. Designa una operación intelectual que conlleva retiros puntuales de los documentos, insertada en un proceso normado por técnicas y metodologías propias de la ciencia bibliotecaria.

De acuerdo con Danilo Iglesias García, especialista de la institución perlasureña, “ello significa que el libro no solo envejece al deteriorarse físicamente por el uso, las condiciones externas o ambientales, sino cuando el contenido se desactualiza. No quiere esto decir que un título retirado sea obligatoriamente un documento eliminado, toda vez que puede colocarse en almacenaje o transferido para otros fines como la formación y fomento de colecciones en otras instituciones Similar proceder es oportuno cuando existe la repetición innecesaria de títulos o volúmenes.

El desarrollo de las colecciones posee un carácter cíclico: adquisición-disponibilidad-evaluación-descarte. Este último propicia las nuevas adquisiciones y desde el punto de vista biblioteconómico se hace imprescindible. Por ello, su ejecución debe asumirse como una parte normal en la gestión bibliográfica, urgida de una constante renovación a causa de las limitaciones de espacio, el hacinamiento y la saturación”, valoró por su parte, Lilian Cuesta Aparicio, jefa del Departamento de Procesos Técnicos de la institución sureña. La eliminación, sí implica su destrucción física, que en nuestro centro es solo aplicable en casos de mal estado de conservación y alto grado de contaminación”, consideró la experta.

DE VERACIDADES Y REALIDADES EN LA BIBLIOTECA

El rigor con que se lleva a cabo esta operación en la Biblioteca Provincial Roberto García Valdés, es un proceder justo y necesario, realizado por personal competente, técnicas y metodologías concebidas para ese fin.

“El último procedimiento depurativo aquí consideró materiales con pésimas condiciones de conservación, físicas e intelectuales de conjunto con lo imperioso de encontrar espacio para futuras colecciones, abundó Iglesias García. Según asegura el experto “fue escogido el método de revisión crítica, apoyado por indicadores como las políticas de selección y adquisición, estudios de evaluaciones del fondo, análisis particularizado de los documentos a partir de los elementos físicos e intelectuales, la urgencia de espacio para la expansión de las colecciones, las necesidades de la red de bibliotecas públicas y el manejo de metodologías y técnicas normadas para el descarte”.

La directora del centro puntualizó que “aun cuando en la ejecución de este interviene la apreciación y el criterio de quienes la realizan, en Cienfuegos prima el rigor y la tendencia de conservar la mayor cantidad de fondos posible. Corresponde a las bibliotecas provinciales guardar con estricto esmero todo material o documento de carácter regional, aquello vinculado con el acontecer de la localidad. Estos no solo quedan fuera de los procesos de descarte, sino que son sometidos a cuidados especiales para su conservación”, apuntó.

El Departamento de Fondos Raros y Valiosos es el ejemplo más ilustrativo de tal afirmación. Entre cuatro paredes se puede pulsar la historia cienfueguera desde la fundación de la Colonia de Fernandina de Jagua hasta nuestros días.

“De lo antes explicado se infiere, por tanto, que un centro como el nuestro, o sea de carácter provincial, no está en la obligación de guardar materiales de alcance nacional, pues ello corresponde a la Biblioteca Nacional José Martí. Sin embargo, por el rigor que nos caracteriza, los cienfuegueros atesoramos colecciones nacionales por más de una década”, argumentó la directiva.

No hay que alarmarse, por tanto, de algo tan habitual y recurrente. Merece la pena hacer cuanto esté al alcance de todos para echar mano a las armas que impidan el desarrollo, el progreso y la evolución. El descarte bibliográfico se piensa en provecho de los usuarios y la conservación de la memoria histórica y literaria. (Tomado de Cinco de Septiembre)

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