LA REGLA DE PALO MONTE (UN ACERCAMIENTO A LA BANTUIDAD CUBANA)

Ya Jesús Fuentes Guerra, fundador de la UNEAC en Cienfuegos, tiene acostumbrado a sus lectores a los premios. El miembro de la Cátedra Humboldt de la Universidad de La Habana, de la ACEG (Asamblea Cubana de Estudios Germanísticos), de la ALC (Asociación de Lingüistas de Cuba) y colaborador de la Cátedra UNESCO de Estudios Afroiberoamericanos de la Universidad de Alcalá de Henares y del CICIBA (Centro Internacional de Civilización Bantú), ha recibido disímiles lauros a lo largo de su tan prolífica como fecunda carrera en las letras. Entre ellos, el Premio Literario de la Ciudad Fundación Fernandina de Jagua, 1995, 2000 y 2005; amén del Premio Nacional Catauro Cubano de la Fundación Fernando Ortiz (2003). Si bien ninguno había tenido la resonancia del Premio Anual de la Crítica Científico-Técnica 2013, el cual el autor recibirá de forma oficial el 15 de octubre, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, merced a su volumen La Regla de Palo Monte (Un acercamiento a la bantuidad cubana), del sello editorial Unión.

 

El autor de Nzila ya mpika: la ruta del esclavo; La nganga africana: un tratado de magia blanca y medicina tradicional; Malongi ma bantu: lecciones de bantuidad; Al sur del Zambezi: un tratado de religión africana u otros varios textos de perfiles temáticos similares, atraviesa ahora mismo um momento epifánico, pues, entre 2012 y 2013, ocho nuevos libros de su firma vieron, o están por ver, la luz entre editoriales de Cienfuegos, La Habana y Caracas, Venezuela.

Jesús divide su ensayo investigativo Premio de la Crítica en cuatro grandes segmentos: “Léxico palero: ¿retenciones kikongo o multilingüismo bantú?”; “Retenciones kikongo en la Regla de Palo Monte”; “Bantuismos en el Vocabulario Congo de Lydia Cabrera”; y “El médico-adivino en el África bantú”. Según sus propias palabras, el material aporta evidencias históricas, etnolingüísticas, sociolingüísticas y etnorreligiosas comparativas de que los componentes africanos del habla ritual del Palo Monte de Cuba se derivan de una sola lengua: el kikongo. Nuestra teoría monogenética se opone de manera categórica a la “hipótesis bantú”, generalizada entre la mayoría de los estudiosos, según la cual la lengua sacra del Palo Monte sería el resultado de una mezcla intensa (en suelo cubano) de diferentes lenguas bantúes, subraya.

Afirma Fuentes que la primera parte de su investigación:

“aporta evidencias de que una presencia considerable de etnias bantúes en Cuba (específicamente de los bakongo) estuvo condicionada, en la etapa colonial, por la necesidad de importar mano de obra esclava, una vez que la población aborigen fuera casi exterminada y que la entrada masiva de esclavos africanos a Cuba aconteció en el siglo XIX, específicamente entre los años 1835 y 1860 (esto no quiere decir que previo, en los siglos XVII y XVIII, no se hubiesen introducido esclavos en la Isla caribeña). Este hecho histórico fue condicionado por el boom de la industria azucarera en esa época. También refiere que la mayoría de los esclavos introducidos en la región centro-occidental (desde las actuales provincias de Sancti Spíritus hasta Pinar del Río, aunque Matanzas y Las Villas fueron importantes centros focales) en esa época procedían del África bantú. Expone además que los bantúes traídos en condición de esclavos a las jurisdicciones central y occidental provenían sobre todo del Bajo Congo: la mayoría de las etnias eran bakongo y ambundu y también arribaron, aunque minoritarias, etnias umbundu y makwa. Se dilucida que no existen fuentes confiables, ni orales, ni escritas, que atestigüen sobre la presencia de alguna otra etnia del tronco etnolingüístico bantú en el siglo XIX, por lo menos vinculadas al Palo Monte. Y demuestra que el sistema de creencias sincrético cubano Regla Conga Palo Monte Mayombe tiene fuertes puntos de contactos con los credos bantúes del Bajo Congo (en lo principal, de los bavili, bayombe, bawoyo y basolongo), en lo específico en las prácticas del kinkisi (fetichismo), el kindoki (hechicería) y los cultos relacionados con determinados mpungu o nkita (espíritu o divinidad)”.

El segundo capítulo confirma que:

“el habla palera se caracteriza, en términos generales, por poseer una base léxica kikongo complementada con algunas voces putativas o creaciones de los portadores de la ‘lengua’. Estos valores basilectales (de la lengua sustrato) se insertan en un discurso castellano cuya fonética es deformada y su morfosintaxis simplificada, al estilo del bozalismo de los siglos XVIII, XIX y primeras décadas del XX. Analiza que las voces kikongo presentes en la Regla de Palo Monte han sido adaptadas a la fonética; y algunas de ellas también a la morfología española. Por tal (y por cuanto apreciara en las ceremonias paleras) no se justifica una matriz multilingüe bantú en la Regla de Palo Monte, como afirman algunos estudiosos del tema”.

Aborda asimismo cómo “a diferencia de lo que siempre se ha apuntado, no es precisamente el culto a los bakulu, ancestros muertos (principal componente de los sistemas de creencias tradicionales africanos), lo que caracteriza a la Regla Conga.”
 
Y amplía al respecto:

“Ni a nivel de familia ni de comunidad ha existido en Cuba este tipo de creencias que marca a todo el mundo bantú, en particular; y a África, en general. El fundamento del palero cubano no puede considerarse como el lukubi lwa bakulu congo, cofre o recipiente que guarda las reliquias de los ancestros del clan, sino, más bien, es el receptáculo mágico de un nzo nkisi o choza del fetiche protector o de una nzo nganga o casa del adivino. Concluye que en la praxis palera sí pueden reconocerse tres componentes de los credos bantúes: el kinganga, sacerdocio tradicional, donde se combinan la adivinación, la cura y el exorcismo; el kinkisi, es decir, el fetichismo protector, o más bien, una hierofanía o manifestación de lo sagrado a través de objetos naturales o creados por el hombre, y el kindoki o hechicería”.

Apunta el etnólogo cienfueguero que en el tercer capítulo, entre otros objetivos:

“estudia el Vocabulario congo (el bantú que se habla en Cuba), de Lydia Cabrera, obra a considerarse como fundadora de la bantuidad lingüística cubana y que revela de manera incuestionable también que las voces y expresiones de oriundez africana presentes en la Regla de Palo Monte tienen una raíz monogenética bantú: es decir, que fueron los bakongo -y no un grupo multiétnico-, traídos a la fuerza a las zonas central y occidental de Cuba, quienes dieron origen a este sistema de creencias cubano”.

El último segmento refleja las prácticas milenarias de la medicina tradicional africana y las creencias ancestrales de las etnias del sur del continente. Es, al mismo tiempo, un aporte con enfoque comparativo (muy escaso en nuestras fuentes bibliográficas) a los estudios de los componentes etno-religiosos de las profundas y complejas raíces de la bantuidad cubana, sostiene Fuentes. (Tomado de la Página de la UNEAC)

 

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