Compilar a través de los campos cubanos y de las ciudades también, por qué no, la riqueza oral de nuestro pueblo, es una experiencia extraordinaria y una oportunidad irrechazable. Transmitidas de una generación a otra, la redondilla, tema que nos ocupa hoy, ha viajado y viaja de boca en boca, con sus lógicos cambios, pero sin perder su esencia. Veamos algunos ejemplos que corroboran lo antes dicho.
En una parranda en Palmira, allá por el año 1987, todos los poetas debían comenzar su improvisación con el siguiente verso: “Poeta grande fulano”, aludiendo al nombre de alguno de los presentes. Antonio Castiñeiras, el Poeta Herrero, soltó al aire una redondilla de una plasticidad impresionante: “Poeta grande Juan Graña/que extiende su mano al cielo/y limpia con un pañuelo/la luna cuando se empaña./”.
Luis Gómez, el Rey de la Tonada Carvajal, en una parranda en el poblado de Guaracabuya, allá por el año 1968, escuchó a alguien del público, que al verlo subir a la plataforma, exclamó: “¡Qué cara de mango tiene ese poeta¡” Luis, con la rapidez que lo caracterizaba, improvisó así: “A cada rato me fijo/que tengo cara de mango/pero no vivo en el fango/como el puerco que lo dijo./”.
Por otro lado, en un Festival Nacional Campesino celebrado en Cabaiguán, cuando mejor estaba el evento, un torrencial aguacero hizo su presentación en el lugar y tuvimos que refugiarnos en la casa de un campesino nombrado Juan Ramón. El agua al caer hacía un interesante sonido en el alero de la casa. Ramón Roque, el excelente poeta cienfueguero ya desaparecido, improvisó esta bella redondilla: “Juan Ramón, el aguacero/te vino a mojar la fiesta/pero te dejó una orquesta/tocándote en el alero/”.
Francisco Pereira (Chanchito), uno de los más extraordinarios poetas cubanos ya desaparecido, tenía fama de tomador y como es de suponer recibía de vez en cuando alguna que otra crítica. En cierta ocasión y haciendo un símil maravilloso con las yuntas de bueyes que los niños campesinos hacíamos con botellas, Chanchito improvisó esta singular redondilla que es todo una metáfora: “Yo solo tuve botellas/para jugar cuando niño/por eso es ese cariño/filial, que siento por ella/.”
Muchas veces con el paso del tiempo, la redondilla, como las décimas, sufren cambios e incluso se les achaca a uno u otro poeta, por lo que es muy importante salvar del tiempo y el olvido a este tipo de recursos de la oralidad que Cuba, como todos los pueblos del mundo, cada cual con sus características e idiosincrasia, tienen el deber de preservar.
Rodolfo Sánchez, poeta criollo y simpático, se encontró con su pariente de Sabana Miguel, Jesús Figueredo, y conociendo ambos la personalidad de los intelectuales Hipérides Zerquera y Samuel Feijóo, rompieron el silencio del camino. Rodolfo abrió el primero: “Samuel Feijóo, medio loco/dice Hipérides que era/a lo que Jesús, que es un poeta rapidísimo, contestó al instante: pero Hipérides Zerquera/no era muy cuerdo tampoco/”.
Cuenta el poeta y amigo de Cabaiguán, Eliseo Martín, que allá por el año 1960, más o menos, en la finca El Hortelano, municipio de Placetas, el poeta de Ranchuelos Joaquín Díaz Marrero, en una cantoría con Luis Gómez, al verse impresionado por el Rey de la Carvajal, soltó al aire la siguiente redondilla que aún recorre los campos de esas zonas guajiras: “Ábrete, cabeza mía/apártate del sombrero/que el viejo Joaquín Marrero/no se ha muerto todavía/”.
El espacio en la prensa es finito. El de la oralidad, infinito.
(Tomado de 5 de Septiembre)
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