En estos días se está transmitiendo la telenovela El derecho de soñar, que es un digno homenaje a los hombres y mujeres de la radio cubana. Precisamente, el nombre evoca la mencionada radio novela El derecho de nacer, que marcó un camino para las radionovelas en América Latina. Su autor, Félix B. Caignet, reconocido por todos sus aciertos en calar bien profundo en la radio audiencia y el gusto popular, está representado en los primeros capítulos, como recordatorio que esos fueron los pasos que dieron inicio a las radionovelas cubanas.
Si bien Félix Benjamín Caignet Salomón fue además de exitoso novelista, locutor, poeta, periodista, crítico teatral y cantante, me gustaría detenerme unos minutos en su obra como compositor. Este artista multifacético nació en el año 1892, un 31 de marzo, en San Luis, perteneciente a Santiago de Cuba, formó parte de una generación de compositores cubanos en los que resalta la cubanía y el rescate por una identidad muy marcada en sus obras. Dentro de esta misma línea conceptual y estética, que fueron pilares en un momento definitorio dentro de nuestra música popular estaban Jorge Ánckermann, Eliseo Grenet, Arsenio Rodríguez, Miguel Matamoros, Ignacio Piñeiro, entre otros. Incursionó, como sus contemporáneos, en géneros como el afro, la canción, la criolla, el pregón. Escribió, además, para voz y piano; para piano y orquesta, y hasta llegó a componer música infantil.
En su criolla, Quiero besarte, utiliza ese fino erotismo del beso; que caracteriza su época y está también representado en la obra autoral de Eusebio Delfín y de Luis Casas Romero. Otra de sus criollas, Te odio, juega con la contradicción entre amor y odio, haciendo gala de sus cualidades de narrador para atrapar a través de una historia que utiliza sus opuestos como matices, a los que se suman los celos, la pasión y que, al ser sentimientos a la vez comunes, hacen que esta criolla haya trascendido la época en que fue escrita y pueda perfectamente volverse a interpretar en la actualidad con toda la frescura de nuestros tiempos.
De su música compuesta para niños, muchos han cantado El ratoncito Miguel. Yo misma lo aprendí cuando niña y curiosamente fue la canción que interpreté en las pruebas de ingreso para estudiar en la Escuela Vocacional de Arte. Confieso que solo después de adulta hice conciencia de quien era su autor. Sobre este tema, aparentemente inocente, hay una anécdota histórica y es que, fue utilizada para recaudar fondos en la lucha contra el régimen del presidente Gerardo Machado. Se interpretó en varias ocasiones en el Teatro Rialto de Santiago de Cuba, hasta que se prohibió en 1932, y condujo al arresto de Caignet. Fue liberado después de 3 días gracias una manifestación que organizaron sus seguidores, entre ellos adultos y niños, frente al Cuartel Moncada.
Sus canciones fueron interpretadas por voces como Rita Montaner, el Trío Matamoros, Barbarito Diez, el norteamericano Bing Crosby y Compay Segundo, entre tantos. Actualmente sus obras continúan dentro del repertorio de muchos intérpretes. Se dice que mucho aprendió Caignet de los narradores ambulantes que conoció, cuando de San Luis, se mudó con su familia siendo pequeños para Santiago de Cuba. Aunque luego se trasladó para La Habana y estuvo un tiempo radicado en Argentina, nunca se separó espiritualmente del oriente de nuestro país. Al morir, en 1976, a los 84 años, fue enterrado en la capital cubana. Sin embargo, su deseo era el de descansar eternamente junto a sus padres, frente a las lomas del Caney. Por eso, en 1992, sus restos fueron trasladados hasta Santiago de Cuba.
Tal vez su deseo lo podamos comprender mejor si escuchamos detenidamente la música que nos legó. Y es que El Caney fue inmortalizado en su obra como compositor más conocida y versionada, la que considero como uno de los pregones cumbres de la música popular cubana, Frutas del Caney. Este tema llegó a estar dentro de las lecciones obligadas de solfeo del CNSEA en nuestro país. Su síncopa, que realza el metro- ritmo utilizado y la representación,con un nivel exquisito de descripción, de nuestras frutas cubanas, lo hacen también fuente obligada dentro de la cancionística de esta tierra. Pregones así deberían ser los que inunden nuestro entorno sonoro, con esa riqueza cultural.
Autora Sandra M. Busto Marín