Alex Díaz está oyendo décimas desde que estaba en el vientre de su madre. Sus padres se conocieron dentro del mundo del repentismo, en uno de los eventos de la matancera Casa Naborí. Su condición de improvisador poético es el resultado de un gran talento, y también de un ejercicio que lleva en la sangre.
El joven dirige el proyecto Oralitura Habana, que preside su padre, Alexis Díaz Pimienta, escritor, repentista e investigador del fenómeno de la décima. En el mundo cultural cubano, Alex –junto a otros jóvenes improvisadores– se hace cada vez más omnipresente. Y resulta verdaderamente grato advertir la pasión con que defiende la décima improvisada, tanto al hacerla como al hablar de ella.
Con Anamarys Gil, lo vimos actuar hace poco en la capitalina librería Fayad Jamís, en un homenaje al periodista Fernando Rodríguez Sosa. Antes del acto mismo de la improvisación, Alex explicó, a un público no del todo conocedor del asunto, lo que iba a acontecer allí. Habló de métrica, de sintaxis y rima consonante, del proceso de pronta elaboración que debía garantizar el improvisador al que el propio auditorio le había ofrecido una secuencia de palabras que tendrían que «encajar» coherentemente en lo que ellos discursarían. Al concluir, el aplauso fue rotundo, como consciente, finalmente, de que improvisar es un acto de creación que mucho se acerca a lo divino.
–¿Aceptas fácilmente que una maravilla como lo es improvisar décimas sea un fenómeno tan tenido a menos en no pocos territorios de nuestro país, incluso siendo considerada la estrofa nacional?
–Yo estoy consciente del desconocimiento generalizado que existe de la décima, lo mismo improvisada que escrita. Y no yo, mi padre, que lleva una vida defendiendo y mostrando la realidad del fenómeno, todavía se sorprende mucho del gran desconocimiento que hay. Para muchos es un arte de viejos, pasado de moda, que es para los campesinos, no para la ciudad. Incluso algunos creen que no es improvisado, sino aprendido de memoria.
«Ese desconocimiento gigantesco se podría entender en otras partes del mundo, pero no en Cuba, que lleva más de 60 años viendo Palmas y cañas en un horario estelar, los domingos, cuando todo el mundo está en casa».
–¿De quién podría ser la responsabilidad?
–No hay un solo «culpable». Creo que es consecuencia del mal tratamiento que se le ha dado al fenómeno de la improvisación. Palmas y cañas ha ayudado muchísimo al movimiento del punto, y a que la gente conozca qué es el repentismo. Aquí todo el mundo sabe qué es un improvisador, desde un niño hasta un adulto mayor, y es gracias al programa. Pero creo que hay que actualizarlo. Hay que mejorarlo, hay que ponerlo en el contexto actual, hay que darle aires contemporáneos. Hay una larga lista de responsables, desde las mismas instituciones hasta los propios portadores.
«Hay otros factores, desde los medios de comunicación, que lo que hacen, mayormente, es reflejar a ese repentista antiguo, con sombrero, que es un juglar al que la gente aplaude, porque dice cosas simpáticas; hasta el desconocimiento de muchos directivos institucionales, que creen que el espectáculo no es comercial. Y sí puede convocar, tal como se demostró en la famosa Controversia del siglo, protagonizada por Angelito Valiente y el Indio Naborí, en la que se llegaron a reunir más de 10 000 personas.
«Cuando los medios contribuyan a demostrar lo que en verdad es; cuando no se burlen en programas humorísticos en los que se le chotea; mientras no se logre una sensibilidad, no ganaremos en la verdadera estimación que merece».
–El improvisador atrapa poderosamente al auditorio…
–En el repentismo, cada improvisador es un fenómeno aparte, con técnicas individuales, con estéticas y maneras propias de crear. En La Habana hay muy poco guateque de repentismo tradicional, en el campo casi todos los fines de semana se canta. Cuando voy, lo aprovecho al máximo, pero no solamente aprovecho a los improvisadores, que son el plato fuerte. Lo que más me impresiona y a lo que le dedico más tiempo es a observar al público y sus reacciones.
«Esa es una de las grandes deudas que tiene la investigación sobre el fenómeno del repentismo, el fenómeno del público durante un guateque, todo lo que no está viendo la gente, porque la gente es el propio público.
«Hay diferentes públicos: los que van y son apasionados admiradores de un improvisador, y el día que está mal ese improvisador, se levantan y se van, y dejan a la mitad la controversia; hasta los que van y hacen apuestas como si fuera un deporte. Los hay que saben, desde el verso seis, lo que los poetas van a decir después, y se paran a aplaudir, porque ya saben que va a ser un final impactante. Saben también identificar cuándo una décima no está bien elaborada y no va a terminar bien. El público es un medidor gigantesco».
–En la capital, ¿hay también esos públicos?
–Estos no son los públicos que suelen hallarse en La Habana, a los que hay que explicarles desde qué es una décima, hasta lo que va a pasar, para que puedan apreciar lo que va a suceder; si no, simplemente somos unos más haciendo versos rimados y no se puede apreciar el trabajo.
–Oralitura Habana se propone contribuir a revitalizar la estrofa y colocarla en el sitial que merece…
–Nosotros nacimos como una plataforma de difusión y promoción de la décima, más allá del punto cubano, más allá de la música campesina. La décima es la protagonista, tanto escrita como oral improvisada. Es un proyecto que, priorizando como elemento fundamental el punto cubano –y todo lo que engloba–, agrupa muchas otras manifestaciones artísticas.
«Ahí entra el término neorepentismo, acuñado por Díaz-Pimienta, hace más de 20 años, en su libro Teoría de la improvisación poética. Roly Ávalos y yo hemos seguido abanderándolo. Es la vinculación de la décima con otras manifestaciones, sacándola de su ámbito tradicional del laúd, guitarra y percusión menor y canto de décimas tradicionales, y llevándolo a múltiples escenarios.
«Nosotros somos defensores de la décima, como primer elemento, y creo que estratégicamente ha sido un gancho para lograr vincularla con otras manifestaciones. Nuestro objetivo es visibilizarla y llegarle a un público que no se le acerca de manera tradicional».
–¿Concibes el futuro de la Isla con más presencia de la décima en el alma de los cubanos?
–Aunque se está haciendo bastante, no estamos en el mejor momento. Yo creo que hace varios años había mucho más movimiento. Si se mira desde el trabajo de Oralitura, nosotros hemos hecho muchísimo, estamos en un nivel promocional muy alto, pero nosotros no somos todo, y no se puede valorar el listón del punto cubano y el repentismo a través de Oralitura.
«Se necesitan muchos más proyectos. Se están haciendo cosas con los jóvenes, que están poniendo la décima también en los contextos actuales y están haciendo trabajos muy interesantes, pero tienen que existir varios y en varios lugares, incluyendo programas televisivos, para que la décima florezca realmente y crezca más en el alma de los cubanos».