Por: Adriana Peña Barbieri.
1ro de febrero del 2011
La luz de la vela casi no la acompañaba. Ni siquiera los últimos destellos adormecen su insomnio y melancolía.
Le abruma esa plenitud de vida ajena, parece extranjera en el mundo y aislada en la naturaleza. Sin embargo; escribe, confiesa, reclama y respira, a través de esos trazos que aligeran la carga del espíritu y del alma, donde no existen moldes para esculpir sus propios sentimientos.
¡A vejez prematura te condena
el desaliento de tu joven alma!
¡Sientes el tedio de insufrible pena!
¡Ningún consuelo tus dolores calma!
En tus amores viste decepciones,
crimen y error en el imbécil mundo,
y sucedió a tus dulces ilusiones
desengaño mortal, tedio profundo.
(…) Mas no los lazos de amistad me nombres,
que en la amistad del mundo yo no creo,
y en el lenguaje impuro de los hombres
traiciones temo, sin cariños veo.
Así comienza “Diario de Amor”, la aventura de los secretos delirios y confesiones de Gertrudis Gómez de Avellaneda (Tula).
De ocultas epístolas hacia el amor de su vida y de la vanidad de este al guardar cada misiva surgió este libro, publicado por la viuda del destinatario: José Ignacio Cepeda.
“La mujer a quien acusas, a quien llamas tu verdugo, te ha amado con un amor que no volverás a inspirar, con un amor que ninguna otra mujer es capaz de sentir. Ayer eras todavía a mis ojos el hombre de mis sueños la adorada realidad del idealismo de mi juventud.
En mi carta de ayer te he llamado mi vida, mi esperanza, mi bien: te pedía que vinieses a mí en aquel momento en que te escribía para jurar en tus brazos ser tuya hasta morir, y morir cuando te perdiese, cuando cesases de amarme (…)
El dolor, el remordimiento mismo, es dulce en tus brazos, cuando se bebe en tus labios.
Esto hubiera yo hecho porque yo tengo corazón. Tú haz lo que quieras, lo que has resuelto; pero olvida para siempre a una mujer que sería digna de lo que haces si fueses capaz de sufrirlo pacientemente. Tú rompes todos nuestros lazos antiguos y nuevos. ¡todos! … Tu amante ultrajada que no puede ser tu amiga”
Al morir el inspirador de la carta XXXIV, más relevante y bella entre todas las misivas, su esposa supo calar la honda profundidad de las pasiones de Tula, como para dejarlas pasar inadvertidas.
Vida dominada por la sed de amor siempre insatisfecha y apasionada por naturaleza, Gertrudis Gómez de Avellaneda legó el drama de su existencia en uno de los más grandes testimonios amorosos de la cultura universal.
La soledad, la indiferencia fue el precio de amar a cuesta de todo, de regalar sin la correspondencia de la entrega completa.
Sin embargo, en el desafío hacia una sociedad que la juzga y no la comprende, la poetisa, dramaturga y novelista cruzó fronteras temporales, en nombre de los sentimientos y a favor de la libertad espiritual de la mujer.
Pautas y rebeldías de la escritora
Camagüey cobijó su llanto de nacimiento. De posición social ventajosa, el padre Manuel Gómez de Avellaneda era capitán de navío, a su madre la recuerda en los libros como la esposa fiel y virtuosa.
Nunca la niñez le premió con la alegría de la inocencia, desde pequeña su afición a los estudios y una tendencia a la melancolía caracterizaron a la niña de pocas amistades y carácter introvertido.
Más adelante, la infancia cedió espacio a una juventud donde la lectura colmó su imaginario de héroes y príncipes, más tarde protagonistas de decepciones de la vida.
No se le escapó la autora a José Martí quien sobre ella afirmó:
“No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y viril; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda y enérgica; no tenían las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante. … . Más: la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más fuerte que él; su pesar era una roca…”
Diversidad de géneros comprenden la obra de la autora; novelas, teatro y poesías permanecen como tesoros de la lengua española para patentizar el romanticismo español.
El feminismo osado de su lírica, por donde se escapan las tormentas del alma, los precipicios de la existencia y las tempestades del destino impregnaron a Tula de una personalidad literaria única e inaprensible en tiempos y sociedades.
Además de ser reconocida por su dominio de la elocución poética y frases vibrantes, la Avellaneda enfrentó temas polémicos de la literatura universal. La novela “Sab” es una de las mejores obras sobre la abolición de la esclavitud, a través de una narración sentimental, que rememora la infancia de su ciudad natal.
Voz femenina intempestiva, la Avellaneda rebasó cánones formales, métricos y hasta morales y su clasicismo radica en un aura de fuego y pasión que ninguna poetisa española tuvo, por eso es latinoamericana, cubana en un ámbito y espacio que nunca se le podrá negar.
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