“Es muy interesante lo que está ocurriendo. Permite, en primer lugar, que las personas se desinhiban entorno a la historia propia del arte. La contemporaneidad ha refrescado un poco aquella atmósfera sacralizada y del museo, que nos enseñó que para hacer arte hay que ser un dotado”, expresó en los primeros momentos del diálogo, , curador principal de la Bienal de La Habana, además miembro del Consejo Nacional de las Artes Plásticas en Cuba.
Y es que los límites de la creación parecen disiparse ante los intentos continuos de “sobrepoblar” el medio artístico. “Yo creo que efectivamente existen los dones, los elementos o no que te regala la naturaleza, pero al mismo tiempo las personas se sienten con la libertad de expresarse. El arte contemporáneo ha traído esa libertad, que después la historia te considere, o no, ese es otro problema”, agregó el también poeta y escritor.
De ahí, que tanto artistas como espectadores hablen hoy más de las obras propiamente dicho que del arte en su concepto más amplio. Y busquen desesperadamente nuevos modos de decir, al precio, incluso de comprometer sus piezas con el mundo de la buena estética o la ornamentación.
“Es importante que todos tengan acceso a los medios de producción artístico, o sea que puedan estudiar arte en primer lugar, que se nutran de las técnicas del arte contemporáneo como las cámaras, equipos de edición, los materiales para grabar, y que de alguna manera experimenten. Es bueno que las personas tengan acceso a tirar una foto y revelarla en su propia casa, ahora que después eso tenga un valor artístico en sí mismo ya dista mucho.
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