19 de septiembre del 2010
Los invitados de esta vez sin dudas plantaron bandera en un diezmado panorama teatral, alarmantemente divergente del contexto que acogió el primer encuentro, hace poco más de un lustro, pletórico entonces de proyectos en plena efervescencia creacional, con sólidas y contrastantes propuestas a manos de agrupaciones prestigiadas como Teatro de La Fortaleza, el Grupo de Títeres Retablo, Teatro de Los Elementos, My Clown, Compañía de Danza Oxígeno, desplazadas grácilmente además a lo largo del espectro etario. Podían distinguirse claramente las diversas áreas avanzadas y morosas del panorama escénico local, con un positivo saldo final dentro del macrocontexto del teatro cubano contemporáneo.
A seis años de la edición piloto del Encuentro…, los retablos y escenarios cienfuegueros delatan una alarmante merma cuantitativa y cualitativa, empezando por la escandalosa ausencia del conjunto Retablo en su constitución primigenia, alcanzada ya la plena y megalómanamente brillante madurez técnico-estética de puestas impresionantes por la complejidad relojera exhibida en los títeres, las ingeniosas soluciones escénicas, respaldado todo por sólidas interpretaciones. No obstante, la presencia del actor, dramaturgo, narrador y atrezzista Christian Medina, el último y para nada deficiente sobreviviente de la génesis, ahora al mando de la nave escorada, promete, con el montaje aún en proceso de El hijo del viento, basado en su obra escritural homónima, un posible e imprescindible renacer de las cenizas.
El colorido y la frescura que con sus espectáculos circenses, mímicos y de narración oral escénica aportaba el también significativo grupo My Clown a las tablas de Cienfuegos, delató una ausencia demasiado presente, sin esperanzas de resurrección ni al tercer, cuarto o quinto día de sepultado. Otra de las grandes lagunas del evento corrió a cargo del proyecto Oxígeno, que bajo la dirección del actor, coreógrafo y bailarín Luis Manuel de Armas y la bailarina argentina Déborah Yurkovich, sorprendió también en las primeras ediciones con inquietantes mixturas coreográfico-dramatúrgicas, intituladas Jardines que se bifurcan, Emuná y Ósmosis, que consiguieron por primera vez en eones, para el Cienfuegos saturado de redundantes y tímidos folclorismos, un real topónimo discernible en el angosto mapa danzario de la Isla, en sincronía sorprendente con las corrientes más avant gardé de la manifestación a escala global. Toda una real transfusión de postmodernidad en estado puro (valga el contrasentido) en venas polvorientas que parece agotada.
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