Con bastante asiduidad encontramos criterios y opiniones que coinciden en afirmar que el verano solo se pasa bien con playa y piscina, y soslayan las opciones culturales, gratis, que se diseñan a propósito, la mayoría de ellas encaminadas al disfrute de los niños y adolescentes, y al aprendizaje de habilidades en el arte para este grupo etario.
Las casas de cultura, los instructores comunitarios, la Asociación Hermanos Saiz, y las compañías y agrupaciones infantiles, el Centro del Libro y la Literatura, entre otros muchos organizadores, diseñaron para este período estival, como es costumbre cada año, múltiples actividades, que aunque tuvieron participación no fue la esperada.
En ocasiones resulta más fácil para las familias dejar “mataperrear”, dicho en buen cubano criollo, a los niños, que vestirlos y llevarlos a disfrutar de estas opciones, o pasar el tiempo aprendiendo a moldear, pintar, cantar, entonar, bailar, actuar, y hasta conocer algo de solfeo. Son muchos los pequeños convertidos en notables artistas, quienes con aptitudes y talento, resultaron “descubiertos” en estas lides.
También es verdad que algunos padres sacan cuentas del precio del transporte, el coste de la merienda que deberán adquirir, y de alguna chuchería, conste que están muy caras, de las que se antojen los muchachos; pero opino, con palabra propia, que bien vale la pena el sacrificio, porque estaríamos contribuyendo a la formación de los pequeños, y traigo a colación aquello de que, el conocimiento es el único bien que jamás va a la quiebra.
En el Taller de Grabado que lidera el artista de la Plástica, Rafael Cáceres, por ejemplo, se ofertó un curso de escultura para principiantes, dirigido a los niños, una opción en la que se aprende, a la vez que se canalizan las energías de los muchachos. El trabajo creativo resulta una opción saludable para los pequeños, porque los introduce en el infinito camino del arte, sin embargo, los padres desaprovechan la opción, y lo digo con total responsabilidad.
El Taller de Cáceres, como muchos le conocen, lidera proyectos a nivel comunitario dignos de ser reconocidos, como el que implementan con niños que padecen síndrome de Down y allí exploran el infinito mundo del arte, al tiempo que desarrollan habilidades.
Y también cuentan los cursos de verano de la Escuela Vocacional de Arte Benny Moré, de la Tía Rosa, Abrakadabra, Belkidia López, Joel Zamora, Teatro Guiñol, de la Casa de la Cultura, entre otras instituciones culturales de la provincia, opción que se extiende, incluso, hasta recónditos lugares de la geografía sureña a través de los instructores de arte y de la AHS.
Malos tiempos corren, y tal como se afirma en este viejo adagio, las dificultades económicas arrecian, los precios suben, y salir de casa significa un gasto que se suma a la economía doméstica diaria, pero es imprescindible y urgente, no hipotecar el futuro de los peques de la familia, quienes merecen la oportunidad de desatar el talento, o tener un disfrute con calidad.
El verano pasó, los muchachos regresaron a las aulas, pero volverá el próximo año, y al hacer balance creo necesario invitar a los lectores a pensar en cómo proporcionar cultura, formación y esparcimiento a esas generaciones de las que los padres somos responsables, a quienes se les pasa el tiempo, como las estaciones, y un día no vivido, aquel en el que no se aprende algo, deja de contar, mucho más allá de las carencias económicas.
Autora: Magalys Chaviano Álvarez