Absoluta lejanía, Absolución, Flores del silencio, A palabras necias, Re-inicio… representan algunos de los materiales gráficos componedores de la muestra personal del artista Fabián Sotolongo, en cartel ahora en la Sala Juan David, de la Editora CINCO de Septiembre, en Cienfuegos.
La exposición Detrás del silencio (segunda del año del creador luego de Fabulaciones, compartida aquella con su colega Ández) traza, en lo identitario-formal, arco de consecuencia con el trabajo de este brazo derecho del trimestrario La Picúa en cuanto a un estilo proclive a lo ilustrativo con tendencia al expresionismo, si bien el papel reniega de la policromía de piezas anteriores, a medro de tonalidades oscuras.
Es que estamos aquí, en lo conceptual, ante un Fabián más “oscuro”, indagante en las simas de esa condición humana a la que le puede ser birlada atributos o sentidos, para contrariar su afán de imposible perfección. Lizángela, la hija suya junto a la también creadora Ariadna de la Caridad Barcos, tiene dañada la capacidad auditiva y años hace que los padres desandan consultas en pos de mejorársela a través de implantes y “despertares”.
Estas gráficas son el resultado filial, volitivo, sentimental, emocional y artístico de cuando en la mirada creativa se conjugan vibraciones disímiles: dolor, aceptación, un amor mayúsculo agigantado acaso por la misma circunstancia vital y el agradecimiento a quienes le ayudaran; en este caso doctores, técnicos y personal de la ANSOC.
Si Minerva traducía el mar, Sotolongo traduce el silencio y le pone un sonido con color de cariño. No lo hace con sentido derrotista, porque no hay caída en su caso filial, sino tropiezo natural perfectible, sabedor de que “detrás del silencio hay una adaptación perfecta para el lenguaje, estructuras creadas por las manos para poderlas definir con los ojos. El sonido llega de forma diferente, pero llega, para superdotar a los no oyentes de una comprensión absoluta de la vida”, su curadora y esposa dixit.
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