Por: Antonio González Rojas..
15 de mayo 2012..
La interdependencia del ser humano con el ecosistema y la delicada armonía de esta relación, donde el homo sapiens es segmento orgánico y nunca dómine, es reiterado motivo de los mitos de antiguas comunidades humanas, como los aborígenes mapuches o aracucanos (según fueron clasificados por los conquistadores españoles), habitantes originarios del sur chileno y el suroeste argentino.
Precisamente, en el núcleo de su etiología subyace el mensaje ecológico, con la historia épica de la disputa entre las grandes serpientes Kay Kay, divinidad de las aguas y Xeng Xeng Vilú, señora de las tierras emergidas; donde converge otro de los grandes patrones de la mitología cataclísmica universal: el diluvio como suceso purificador de una generación de seres ominosos, quienes olvidaron adorar a sus deidades y respetarlas en cada ser vivo del entorno, en cada accidente natural.
Ante la destrucción que los primeros humanos acometieron de la naturaleza, alarmado por esto el dios supremo Ngenechén, Kay Kay decide soliviantar los océanos para ahogarlos, mientras que Xeng Xeng Vilú se apiada y erige cordilleras y cerros sobre las aguas para salvarlos. Ambos monstruos luchan entre sí por sus objetivos respectivos, hasta que se decide darle una segunda oportunidad a los últimos sobrevivientes, amparados en la colina más alta, cual arca de Noé sudamericana. Tal es el origen mágico de los mapuches, recreado desde la narración oral escénica, la música tradicional, la mixtura entre el mapudungún (lengua originaria) y el español, más sólidas habilidades gestuales y vocales, por la agrupación chilena Tryo Teatro Banda, presentada el fin de semana en el Teatro Tomás Terry, con la obra para niños Buscando a Kay Kay y Xeng Xeng Vilú, como parte del evento internacional Mayo Teatral, organizado por Casa de las Américas, del cual Cienfuegos es habitual subsede.
Aunque basados en una enjundiosa investigación antropológica y cultural de carácter participativo (los dos actores protagónicos manifiestan al inicio su visita a los pueblos mapuche remanentes para compilar las historias de la fuente oral, depositaria de la tradición), y contar con disímiles elementos mapuches, como instrumentos musicales, manufacturas (tejidos), y el propio idioma, la puesta en cuestión no trasunta densidades discursivas ni narrativas, sino que está concebida desde una ágil amenidad, un ritmo casi trepidante gracias a todos los recursos estéticos y técnicos con que es matizado el argumento básico de la leyenda.
La trama sucede en el presente nuestro, atiborrado de comida chatarra, smog, basura, tóxicos letales, megalópolis alienadas, el más crudo deslinde entre ser humano y naturaleza, rapiña ecológica, exterminio cultural e insensibilidad total ante la destrucción del planeta, situación que ha trascendido tiempo ha todo el terror enunciado en el Apocalipsis bíblico a San Juan. Los cuatro jinetes tórnanse ofidios gigantescos que se revelan a la Humanidad como su agria cosecha, y la magia arcana invade el gélido mundo para escarmentarlo una vez más. Para nada resulta forzada o ajena la contextualización del mito, sino que es imbricado orgánicamente para apelar a la corrupción y sabotaje de la cultura ancestral mapuche, por la hegemonía consumista occidental, heredera directa de los invasores europeos que quebraron el desarrollo sociohistórico del continente, más de quinientos años atrás.
Tampoco la propuesta se microlocaliza culturalmente en exceso, como para que sólo ataña a la etnia en cuestión, o en última instancia a los chilenos, pues la suerte corrida por esta cultura autóctona es semejante al resto de Latinoamérica, y el riesgo ambiental es mal común. Tryo Teatro Banda sorteó elegantemente los posibles inconvenientes de la bilingualidad español- mapudungún, a fuerza de carisma y chispeantes soluciones, donde la traducción de los parlamentos en esta lengua no entorpece ni didactiza la obra, cuyo ritmo cabalgante no riñe con la naturaleza contemplativa de las tribus. Se consigue así una equilibrada mixtura entre antigüedad y contemporaneidad. Revelada queda la cultura humana como un todo dinámico, cuyas esencias arquetípicas no varían, precisamente por la flexibilidad que permite traspolar un añejo mito etiológico de un etnia a la escena de un archipiélago caribeño con todo su poder alegórico y encanto artístico.
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