El destino y la Gallina.

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Resizeimage.phpPor: Justo Planas.
7  de mayo 2012..

La editorial Caja China, del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” publicó recientemente los trabajos más destacados del Concurso Internacional de Minicuentos en 2008. Y en el prólogo a La Gallinay otros minicuentos, Eduardo Heras León compara la obra que recibió el Primer Premio con la narrativa borgeana. Sin embargo, su autor, Kevin Fernández, aunque reconoce que el escritor argentino deja para siempre su huella en todo el que lo lee, revela que el verdadero parentesco de su minicuento La Gallina se esconde en El Dinosaurio, de Augusto Monterroso.

El guatemalteco logró, según cree Fernández, embotellar el animal más grande del mundo (el dinosaurio) en el cuento más pequeño. Y en consecuencia, él se propuso sembrar su gallina, una criatura relativamente chica, en el inmenso ferrocarril transiberiano.

Pero la historia de media página va más allá. Se levanta sobre siglos de literatura, y sostiene preguntas del tamaño del universo. Bastaría, para saber cuán hondo cava en la existencia humana, con preguntarle a su autor.

¿Te interesa el destino?
Hace unos años escribí un texto que recorría la relación entre literatura y destino, donde repasaba las obras de la literatura universal que habían comprendido el libre albedrío y el destino. En la tragedia griega está el caso de Edipo. Para esta cultura el libre albedrío no existía, solo el destino. No importa lo que hicieras, se iba a cumplir, aunque había algunos detalles que eran desconocidos, lo cual daba ese aire eminentemente trágico a los griegos. O sea, tienes un destino, estás condenado a él, no puedes hacer nada para evitarlo pero quieres escapar.

Después de Zoroastro está Las mil y una noches, donde hay dos sabios que empiezan con el mismo debate, uno está por el libre albedrío y otro por el destino, entonces hacen la prueba con una persona que iba pasando, uno le da dinero y lo pierde, entonces el otro le da un plomo y mediante una serie de eventos le permite recuperar el dinero perdido y hasta hacerse de una fortuna. Ahí el libre albedrío tiene las de perder.

Lope de Vega en su Vida es sueño defiende el destino también. García Márquez, en Cien años de soledadrealiza un ligero cambio. A una persona destinada a tener una larga vida y muchos hijos la matan en un cine, pero el problema se resuelve con que la madre cuando sacó las barajas no lo hizo bien y una vez revisada, esa era la predicción. O sea, no es el destino sino la cartomántica la que se equivoca.

Lo que me interesa en La gallina es tratar de que el libre albedrío venza, porque estoy a favor de este último. El destino existe y lo controla todo, pero está regido por el libre albedrío. Lograr hacer prevalecer la idea del destino en la literatura es relativamente fácil, hilas una cadena de eventos que a veces no tienen qué ver y lo explicas como destino. Más difícil es mostrar que hay libre albedrío.

La Gallina ahora puede leerse en el volumen de Caja China junto a los otros minicuentos con los que concursó. ¿Te llamó la atención alguno?
Hace mucho tiempo que los leí. Hubo varios minicuentos que me gustaron, pero ahora exactamente no sabría decirte. Es bueno leerlos todos, incluso los que están en “Misceláneas” y los que están en “Otros participantes”.

En ese libro hay varios que son, en mi opinión, fallidos. ¿Qué no debe hacer un escritor cuando escribe minicuentos? ¿Qué sí?
Lo primero que debe hacer es pensar, pensar mucho antes de ponerse a escribir. Cuando uno va a crear algo más largo piensa en generalidades. El minicuento, sin embargo, comienza a materializarse con las mismas palabras que lleva, se compone en la mente. Entonces, es más importante el proceso de pensamiento que el proceso de elaboración. Otra técnica es partir desde un momento sin tener nada preconcebido y que así vaya saliendo, pero requiere mucha revisión para ir reduciendo hasta llegar al resultado.

Lo que hay que tratar de evitar es el chiste malo. Además no es aconsejable que tu minicuento sea un minicuento dependiente. Les llamo dependientes a aquellos que no pueden sobrevivir sin otro texto al que están haciendo alusión. Son minicuentos coloniales, o sea, que no tienen una independencia de significado en sí mismo. Y eso pasa con muchos, que hacen referencia a otra historia, pero no tienen un valor en sí mismos. Lo óptimo sería, por ejemplo, que yo hiciera un minicuento sobre La Bella Durmiente y que cualquier lector lo entendiera sin conocer el original. Estas obras, aunque pequeñas, deben ser autónomas. Quizás sea este uno de los retos menos conocidos que propone el minicuento.

¿Dónde trabajas? ¿Es un sitio que estimula tu producción literaria?
Trabajo en la Casa de la Cultura de Arrollo Naranjo como especialista literario. Realizo talleres literarios, pero en escuelas.

¿Secundarias y primarias?
Prefiero las primarias porque el personal de la dirección te atiende con más cortesía, quizás porque son más pequeñas. Hago que los niños escriban poesías, se las reviso. Es gratificante cuando empieza a dar resultados. Una vez conseguí que escribieran un soneto. Me gusta que realicen creaciones colectivas, que alguien escriba una parte y otro la continúe. Lo que no puede completar uno lo hace el otro. Los voy guiando y pongo determinados parámetros. Y a veces los resultados son buenos, los muchachos tienen potencial.

¿Te ha servido como escritor esta labor que realizas?
Me ha servido. Es gratificante que todavía la inquietud de escribir siga presente, y que la creatividad siga presente. Y de cuando en cuando también los muchachos dan soluciones muy buenas a los problemas que yo les planteo. Por ejemplo, una vez les puse un determinado problema. Les dije: “Escriban un verso de 11 sílabas métricas que no empiece en artículo”. Y uno me recitó: “”El que tiene una flor ve la esperanza” o algo parecido. Como verso aislado es interesante.

Ahí puede verse el oficio de escritor. Todos buscamos soluciones creativas a los problemas técnicos de una obra, todos avanzamos poco a poco. Uno no se puede rendir. (Tomado de la Página Web de la UNEAC)

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