Hace unas semanas, me escribió un colega músico y me sugirió que recordara al maestro Efraín Loyola Hernández (Cienfuegos, 1916-2011). Me contaba de sus experiencias, cuando siendo muy joven, integró la Banda de Conciertos de Cienfuegos y todo cuanto le aportó Loyola para su formación en ese entonces. Y es que sin dudas, Efraín Loyola sí fue un Maestro de Juventudes. ¿Cuántas generaciones de músicos formó o ayudó a formar?
No pude conocerlo personalmente, pero su impronta sigue latiendo en su ciudad. Es, precisamente a través de ella, que llego a su obra justo cuando seguía las huellas del movimiento danzonero en la Perla del Sur. Si bien su trayectoria como intérprete y pedagogo está muy unida a la Banda Municipal de Conciertos de Cienfuegos, su mayor legado lo escribió para la historia, a través de la Orquesta Loyola, su propia agrupación.
Pero antes de llegar a la fundación de su orquesta, les propongo un pequeño recorrido por las etapas que se han ido diluyendo en la memoria. Una de ellas, cuando junto a un grupo de muchachos, comenzó a tocar con instrumentos rudimentarios debajo de un árbol de naranjas, al fondo de un patio común. Así Loyola va a formar parte del primer momento de la agrupación que hoy conocemos como Los Naranjos.
Sus estudios oficiales los recibe en lo que fue otra de las instituciones cardinales sureñas, la Banda Juvenil de los Bomberos, donde muchos jóvenes adquirieron también su formación.
En junio de 1933, decide probar suerte en la capital. Ya en La Habana rompe con la costumbre que tenían los flautistas de hacer sus solos sentados; él prefería hacerlos de pie y mover el cuerpo al ritmo de la música. De ahí devino el apodo de: El Moro Eléctrico.
Hizo suplencias en varias agrupaciones, y junto a figuras de renombre como Cristóbal Paulín o Antonio María Romeu, donde suplió a Panchito, (La Flauta Mágica), tuvo la posibilidad de conocer a Barbarito Diez. Tocó en la emisora Radio Cadena Azul, trabajó con Rodolfo Reina y reemplazó a Fausto Mercado, flautista de Joseíto Fernández. También tuvo la oportunidad de tocar en la agrupación de su maestro, Dagoberto Jiménez, y suplirlo en una actividad de la orquesta Anacaona, para quienes colaboraba en la interpretación de los danzones.
Con todas las experiencias adquiridas durante esa etapa, que definirán su quehacer creativo, regresa a su ciudad natal y se integra a la Banda Municipal de Cienfuegos, en la cual permaneció activo hasta poco antes de su fallecimiento. Sin embargo, nunca perdió su predilección por las charangas, que integran uno de los capítulos más importantes de su vida y obra.
A su llegada se une, además, a la gestación de la “Rítmica del 39”, que se convertiría luego en la emblemática orquesta Aragón. Se mantuvo durante catorce años con esta agrupación.
Cuando Loyola decide marcharse y crear su propia charanga, se abre otro capítulo en la historia. Luego de que la “Aragón” se estableciera en La Habana, la “Loyola y su Ritmo Propio”, sería la orquesta que continuaría vinculada al movimiento danzonero en Cienfuegos. De su quehacer y enseñanzas nacerían las agrupaciones que mantienen en su repertorio activo el danzón en Cienfuegos y su vínculo con el salón Minerva, principal espacio que acoge a las charangas en la sureña ciudad.
No se puede hablar del movimiento danzonero en Cienfuegos sin darle a Loyola el lugar merecido que ocupa, no solo como músico, sino como un hombre que preparó a varias generaciones para que hoy se continúe bailando y defendiendo el danzón en la provincia. Su hijo, José Loyola Fernández, continúo el legado; actualmente es uno de los máximos defensores del género en el país, y de los músicos nacidos en Cienfuegos con más lauros alcanzados.
*Master en Arte, flautista e investigadora musical
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