Editar: ¿sólo disponer puntos y comas?

Editar: ¿sólo disponer puntos y comas?
Por: Tayli R. Sánchez Zúñiga
4 de noviembre del 2010

 

Cerrar los ojos. Imaginar un teatro -palcos, lunetas y asientos de todo tipo se encuentran llenos, rellenos, desbordantes. Un potente reflector alumbra la solitaria figura situada en el centro del escenario. Es el Escritor.

 
Múltiples ojos le miran, admiran, buscan. Por un resquicio entre las cortinas, al fondo, en la oscuridad, otro actor protagónico observa a la concurrencia. ¿Quién? Encendamos una linterna: el Editor.

Fernando Carr Parrúas, Premio Nacional de Edición 2009, arroja luz sobre las penumbras: “Deviene intermediario entre el autor y el lector (…), identifica lo provechoso y lo inservible, cuánto debe quitarse o modificarse. Con algunos creadores no resulta tan necesario, con otros sí. Por ejemplo, en Ciencias Sociales (*), donde trabajo, la mayoría de los textos publicados parten de investigaciones; en ocasiones quienes los escriben, no tienen dominio de la gramática o la redacción. La tarea se vuelve entonces más compleja”.

¿Ha enfrentado dilemas éticos a causa de su trabajo?

“¡Sííí! Se dan casos, siempre muy penosos. He tenido tres o cuatro en mis cuarenta y tantos años en funciones…”.

¿Cómo pueden salvarse tales conflictos?

“Ha de existir una relación -busca el término correcto- afectuosa entre el literato y el editor, pero a veces no se da”.

¿Quizá ocurra en cierta medida debido al desconocimiento social sobre su profesión?

“Sí, eso pienso. En determinado momento, alguien, con un cargo importante en la rectoría de esta labor, dijo a otra persona, quien ocuparía a su vez una posición de menor rango: ‘los editores sólo ponen puntos y comas’. (…)Luego ésta última comprendió el engaño.

“Primero se impone una lectura del material, eso sin tocarlo. Después se procede a la edición, y a continuación se realiza una tercera lectura, por si acaso queda más por arreglar”.

¿Un editor puede convertir un libro “promedio” en una gran obra?

“No lo creo. Un libro ‘promedio’ no debe salir. (…) Sin embargo, ése es un problema actual. Muchos con tales características llegan a la calle y el editor no puede hacer nada: el autor es ‘promedio’. Ahora, con el asunto de la crisis, tal vez se resuelva la situación, pues habrá menos publicaciones. Además, el Instituto Cubano del Libro lo ha planteado como un problema, sobre todo en poesía.

“Yo puedo ser un poeta hermético. Tener uno, dos, tres poemas herméticos, ¡¿pero que tú leas y leas y leas, y no entiendas nada?! Mientras, hay volúmenes necesarios o añorados por el público con una tirada corta.

Muchos identifican la diferencia entre un ser humano sin talento para componer rimas  y otro poseedor de ese don, con la historia de los niños a quienes se les pregunta el resultado de multiplicar dos por tres. El primero responde seis; el segundo, autista, dibuja un hexágono. Perciben la realidad de manera distinta…

“Aún así, el objetivo primordial ha de consistir en comunicar algo, tal vez mediante la metáfora, a lo mejor aquello percibido por él y no por los demás, pero dejarlo ver; y el editor de poesía tiene poco, poquísimo campo, porque el poeta dijo tal cosa y ¿cómo uno se la va a cambiar?

“En Ciencias Sociales, a veces, aparece un libro ‘promedio’ y se rechaza, en otras oportunidades viene de ‘arriba’, entonces no hay remedio. Yo puedo decir -soy viejo en el negocio- ‘no, no lo hago, mira a ver, que lo haga otro’. ¡Ahhh!, no me refiero, por supuesto, a un texto especializado, entendible de forma exclusiva por los más avezados en la materia acerca de la cual versa.

“Hace unos años me regalaron un ejemplar redactado por un joven. Por el título dije ‘¡ay!, mira qué bueno’, y no era ‘promedio’, sino muy, muy pobre, pero era hijo de ‘alguien’. Enseguida me dije: ‘¡Ahhh!, su papá lo metió ahí’, y en definitiva le hizo daño. Debió existir un editor que le indicara ‘este trabajo puede perfeccionarse o repetirse’”.

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