DamasDanza(s) nuestras y más

La danza es la metáfora favorita del mundo”

Kristy Nilsson

En la historia de la danza cubana muchas mujeres han dejado un trazo singular. En esas huellas gravita el presente de nuestra danza toda, del más tradicional ballet académico a esos escenarios (mal) vistos como marginales. En la danza folklórica, contemporánea, flamenca, acuática, de show y urbana, como en el ballet, el quehacer de coreógrafas, bailarinas, maestras, ensayadoras, gestoras, danzólogas, metodólogas y actoras comunitarias, marcan aquí grandes conquistas.

Y es que nuestras DamasDanza(s) se reinventan razones más que suficientes para re-establecer el deseo parlante de traducir la lengua de nuestro cuerpo hoy, al interior y también hacia lo externo de esa danza que cambia, permanece y también se sueña. De ese cuerpo cartográfico que ahora cede para escuchar el silencio de las palabras; silencio que simula ser trinchera, jurisdicción, imagen, señal de salvaguarda creadas por el mundo en sus narrativas femeninas danzantes. De cuerpos próximos que hacen de sus territorios de labor (parafraseo a la poeta Soleida Ríos en El retrato ovalado) como si la lengua se lanzara y regresara tal serpentina, y fuerte como una pedrada rompiera el pecho de quien habla. Y es que hablar una lengua viva, según Luisa Muraro en El dios de las mujeres, no consiste en combinar palabras conforme a reglas establecidas, sino en reinventar siempre combinaciones nuevas y, de este modo, poder presagiar y testificar lo que somos y lo que nos ocurre, lo que nos amarga y lo que nos contenta.

Históricamente la mujer ha sido la gran protagonista en la Danza. Desde sus inicios acentúa su importante papel y pareciera innegable que la danza no escapa de la lucha histórica y global que la mujer, y su inventiva creativa, ha dado en las batallas ganadas por la igualdad de sus derechos. Cuentan que Madame La Fontaine aparece como la primera intérprete femenina, justo en el estreno de Le Triomphe de L’Amour, coreografía de Pierre Beauchamp en 1681. Aun así, la imagen de la donna angelica quedó establecida en Occidente como uno de los arquetipos femeninos más poderosos junto con su opuesto: la femme fatale, especie de “mujer-sombra” para Carl Jung.

Sospecharía que, entre la presencia y heredades de nuestras múltiples DamasDanza(s), confluyen donna angelica & femme fatale, suerte de new’s Beatrice o Laura (la de Petrarca, aquella trasfigurada en ángel al morir prematuramente víctima de la epidemia de peste que aniquiló la Europa del Trecento), solo que, ahora transformadas en malinches, marianas, antígonas y electras renovadas. Ellas, desde su cuerpo en la danza y su escritura de mujer, a través del lenguaje de su (nuestro) cuerpo al danzar, vivir, trabajar, crear, fraguar, parir, nutrir, coreografiar, enseñar y hacer frente a los propios límites de un cuerpo (social, cultural, histórico, real y metafórico) que cambia, apuestan por ese alter ego de “bailarina del futuro”.

“Históricamente, somos las guardianas de lo corporal; no debemos abandonar esta guardia, sino identificarla como nuestra, utilizando palabras que no cierren el paso a lo corporal, sino que hablen en corporal”. Y es en esa escritura, mientras los cuerpos reformulan su escenario límite (el propio y el protésico de sus maneras de ser en danza), mientras las tecnologías se vuelven más vigilantes (necesarias) y el espacio (físico y ficcional) asegura su panel de control dentro del poder escritural, debe la danza volverse zapadora de todas las circunstancias y sus metáforas convergentes.

En la obra y quehacer de esas mujeres nuestras, las de ayer y las de hoy, las que aquí están y las que por allá siguen, la danza se reafirma como lugar de invención y experimentación, plataforma de conexión más sensible y corporalizada con los públicos, con los objetos, las palabras, las imágenes y con el conjunto en sí mismo que configuramos todas y todos en tanto tiempo de maneras bailantes.

Es esta danza, la de los sucesos construidos a través de obras y referentes, la que está por venir, en procuración compartida entre imágenes y palabras, ilusiones y miedos, realidades y esperanzas, coreografías reales y virtuales, métodos de enseñanzas o registros documentales, etc., es donde se ha fraguado nuestras infinitas especulaciones sobre el mundo posible (y con él la danza) después de tantas idas y venidas.

Veamos a estas DamasDanza(s) como trozo y emanación de aquel viraje decisivo que mostró, de una vez y para siempre, la cara nueva de la Danza haciéndola “moderna” (actual, innovadora, contestataria, renovada, revolucionaria, etc.). Cambio impulsado, hace ya tanto tiempo, por mujeres en esta tierra. Ellas, entonces bailarinas del futuro que crearon, imaginaron, escribieron, forjaron noveles maneras de danzar. En esa pluralidad, en sus modos respectivos de ser-en-danza, a través de sus creaciones podemos establecer un puente creativo real y siempre posible.

De Alicia, Lorna, Efrida, Nieves, al presente, hay muchos puertos de salida más allá de alcances, memorias y olvidos; se trata de sentirles próximas, accesibles, ciertas en la nube de sueños, lazos y deseantes redes vinculantes entre nuestras fes creativas y esos diversos modos de pensar-ser-hacer la danza made in Cuba. Entre nosotras y nosotros, entre estas variadas danzas nuestras; entre las organizaciones y pueblos que nos unen, tender puentes es más oportuno, ellos nos llevarán invariantemente a la otra orilla (la del progreso).

A estas DamasDanza(s) nuestras y más: bailarinas, coreógrafas, docentes, investigadoras, teóricas, críticas, analistas, consejeras, fotógrafas, pintoras, revisteras, gestoras culturales, feministas y batalladoras sin fin; a ellas y a sus danzas solo les queda el cuerpo para descubrir y obsequiarnos modos para tramar en movimiento y acción un hacer subjetivo e igualmente subjetivante. Con ellas hemos aprendido cuánto puede la danza para hacer que la voz vuele, corra, salte, avance, gire, llegue, atraviese, permanezca y prosiga a un infinito cierto, ¿quién se atrevería a silenciarlas? “Bailar hacia afuera de nuestra especie y volvernos bailarinas de la transformación, “la danza es la metáfora favorita del mundo”.
Autor: NOEL BONILLA-CHONGO

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