Por: Dagmara Barbieri López.
13 de octubre 2011.
La juventud de Luz Vázquez y Moreno fue la de una áuténtica mozuela enamorada, que junto a su ventana de su casa en Bayamo, suspiraba de amor en espera de una serenata, romanza nocturna típica de la época.
Su galán Francisco Castillo y Moreno encontró en esa forma de expresión una vía para comunicar sus sentimientos a la bella joven y en compañía de sus amigos, el primer poeta siboneyista José Fornaris y Carlos Manuel de Céspedes, ayudaron a improvisar la música de la conocida canción “La bayamesa”.
La nocturnal melodía fue interpretada por el tenor Carlos Pérez y por su belleza a los pocos días recorrió Bayamo, Cuba y el mundo.
La atmósfera política en el legendario pueblo oriental hacía allí hostil la vida, que transcurría entre conspiraciones y lamentos esclavos. La vida espiritual se resumía al sufrimiento, la censura impedía el asomo de musa poética alguna.
El diez de octubre de 1868, al estallar la escalada insurrecta y dar Céspedes la libertad a sus esclavos y entrar en Bayamo, comenzó el paso a la inmortalidad de la joven Luz Vázquez, ya viuda y con un hijo perdido en la guerra.
Su hija Adriana del Castillo, estaba entre las doce jóvenes que junto a la Iglesia Mayor entonaban las notas, de lo que despues sería el Himno Nacional.
Luz, con Adriana y su otra hija Lucila curaron enfermos y participaron en la decisión de la tea incendiaria que hizo cenizas su hogar entre muchos otros.
Dio inicio el peregrinaje por las sierras, donde sus hijas enfermaron de tifus y tuberculosis, tuvo que regresar a los restos de su antigua morada, allí se acuarteló para convertir el lugar en otro escenario de hidalguía.
Adriana no aceptó la atención del médico por ser español y cayó muerta a sus pies cantando el himno nacional. Luego un desmayo de Lucila hizo fallar el corazón de Luz a sus cuarenta años de edad.
Así se inmortalizó la inspiradora de “La bayamesa”, entre la leyenda de un originario amor y la real estirpe de cubanía de Luz Vázquez y su descendencia:
¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que Bayamo fue un sol refulgente
donde impuso un cubano valiente
con su mano el pendón tricolor?
¿No recuerdas que en tiempos pasados
el tirano explotó tu riqueza,
pero ya no levanta cabeza
moribundo de rabia y amor?
Te quemaron tus hijos, no hay quejas,
que más vale morir con honor
que servir al tirano opresor
que el derecho nos quiere usurpar.
Ya mi Cuba despierta sonriente
mientras sufre y padece el tirano,
a quien quiere el valiente cubano
arrojar de sus playas de amor…
En este octubre pletórico de gloria en la historia patria, recordamos la simiente de dignidad y heroísmo de nuestra nacionalidad, homenaje a la cultura cubana, emergida de la pluma, las armas y los más puros sentimientos humanos.
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