Ñico Membiela: trovador de la ciudad

Ñico Membiela, trovador de la ciudad

Ñico Membiela, trovador de la ciudad

Por: Alfonso Cadalso Ruiz

25 de junio del 2003 

El trece de julio se conmemoran cinco años de la muerte de Ñico Membiela, uno de los más famosos boleristas cubanos de los años cincuenta y sesenta. A propósito de este artista, he estado leyendo aspectos biográficos suyos, contenidos en el libro Cien Años de Boleros, del autor Jaime Rico Salazar, cuya obra es considerada entre las más completas y serias sobre el género.

Antonio Francisco Membiela nació en Zulueta, actual provincia de Villa Clara, el 3 de diciembre de 1913, y de adolescente aprendió a tocar la guitarra. Vino a Cienfuegos con su familia siendo muy joven, y su casa estuvo ubicada en la calle O´Donnell entre Santa Elena y Santa Cruz, exactamente en la misma esquina de Santa Elena, donde hoy se encuentra un patio deportivo, o cancha, que pertenece a la Escuela de Economía y que a mediados de los años cincuenta fue construido por las Dominicas Americanas, quienes tenían allí una escuela para señoritas.

El padre de Ñico, Don Antonio Membiela, era el propietario de la ferretería La Bomba, en la Calzada de Dolores entre Gloria e Industria, a unas puertas de la residencia de Adolfina Lazo, madrina de la trova cienfueguera. Por eso no ha de resultar extraño que entre Adolfina y Ñico existiera una gran amistad. Ñico solía andar con su guitarra por las calles cienfuegueras dando serenatas, o era recibido en alguna casa para escuchar sus descargas trovadorescas. La carrera artística fue para él una labor difícil, pues en los pueblos del interior nunca era fácil proyectarse. Recordemos que la orquesta Aragón, una gloria de la música popular cienfueguera, necesitó trasladarse a La Habana para empezar a hacerse famosa. Guitarra en mano, el joven y muy delgado Ñico Membiela, con una salud quebrantada desde su temprana juventud, tenía coros de amigos y muchachas que lo admiraban y se ponían a escucharle las canciones que incorporaba a su repertorio.

La fama nacional de Ñico llegó entre finales de la década de los años cincuenta y comienzos de los sesenta. Sus antiguos vecinos de la calle Santa Elena sonreían al verlo pasar en su Cadillac, cada vez que era contratado para cantar en el Hotel Jagua, del que fue una de las figuras más frecuentes en su cabaret Guanaroca.

El bolero que lo llevó a la cima de la popularidad fue CONTIGO BESOS SALVAJES, realmente una combinación de dos piezas musicales: CONTIGO, del mexicano Claudio Estrada, y BESOS SALVAJES, un tango de discutida autoría, pues en un disco de 78 r. p. m. de la firma Modiner, se le atribuye a los autores Fontanal y Fombona, mientras que en un cassette puesto en circulación hace poco por la EGREM es adjudicado a Irusta y Fugazot. Lo cierto es que la combinación melódica tuvo un arreglo tan bien logrado, que el empaste da la impresión de que se trata de una sola pieza.

Famosos también en su voz fueron los boleros TOTAL, de Ricardo García Perdomo; DOS COSAS, de Vicente González, y la combinación CUATRO VIDAS – MI ADIÓS, de los autores Justo Carreras y A. Carajavilla.

Muy curioso es que en los años sesenta, Nico popularizó el bolero titulado BOXEO DE AMOR, de autor cuyo nombre no recuerdo, y que era muy solicitado entre las peticiones del público. Paradójicamente, BOXEO DE AMOR fue suspendido en las radioemisoras y reproductoras públicas de discos por razones éticas, ya que en doble sentido la canción aludía a una pareja que hacía el amor. Admito que, para entonces, la letra era muy “fuerte”, pero al mismo tiempo gozaba de una calidad poética bien lograda, que capturó el gusto popular.

Nos cuenta Jaime Rico Salazar en Cien Años de Boleros, que en mil novecientos sesenta y tres el intérprete Ñico Membiela partió al exterior a cumplir un contrato de trabajo y permaneció fuera de su país hasta que le sorprendió la muerte hace ya tres años, como dije, el 13 de julio de 1998.

Me ha llamado mucho la atención que Ñico Membiela, y cito palabras textuales de Rico Salazar: “en el ocaso de su existencia, afirmaba que quería ir a Cienfuegos porque allí le iban a rendir un homenaje”. A la edad de 85 años, tras una vida de bohemio con derroches y excesos, y atenazado por una enfermedad que le llevó a perder su claridad de conciencia, le llegaba el recuerdo de la Perla del Sur, de los viejos amigos que junto a sencillas muchachas de barrio le hacían coro para escucharle sus interpretaciones. Puede que para él haya sido esa su etapa más brillante, la etapa del bohemio sencillo que tantos conocieron y pocos hoy, por la inclemencia del almanaque, quedan para rememorar.

Ojalá estas letras merecidas a un bardo de las calles sean parte de ese homenaje que en su nostalgia añoró, y nunca logró disfrutar en vida el Ñico Membiela de las calles cienfuegueras, del Hotel Jagua, las grabaciones de 78 r. p. m., los traganíqueles y la radio. Ese Ñico continúa vivo en la dimensión inextinguible de los más hermosos recuerdos.

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