Cienfuegos bajo la lente de Yoel de la Paz

Con Ciudad iluminada, Yoel de la Paz López muestra en el Museo Provincial su primera exposición personal como fotógrafo. Egresado de una de las últimas promociones de la Escuela Elemental de Artes Plásticas Rolando Escardó, desarrolló su producción creativa en los ámbitos de la pintura, el dibujo y el diseño informacional; pero desde hace algún tiempo, la inquietud por la fotografía lo condujo a experimentaciones técnicas que lo han ganado para ese arte.

El resultado de tales desafíos conforma esta muestra, que su autor ha ofrecido como presente al Centro Histórico Urbano de Cienfuegos, a los diez años de su declaratoria como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. He aquí entonces que las 18 piezas reflejan costados diversos de nuestra urbe; afortunadamente, sin apelar al identitario y legible recurso arquitectónico o urbanístico, porque De la Paz reconoce que la ciudad  también es su gente, y dado que ella existe para iluminarla, se convierte en el objetivo para el obturador de su cámara.

 

Aunque Ciudad iluminada padece de enorme pluralidad temática, quizás por ese afán del creador de presentarse socialmente con la mayor parte de su producción reciente, todas las piezas revelan su deuda con el ser humano que la habita. Aquellas capturas de la serie Timbalaye convergen en el paroxismo ritmático de la rumba, expresión cultural —a veces soslayada— en una Perla que presume de su blancura; Rosca izquierda y Reunidos podrían coquetear con dimensiones bretonianas si no fuera porque inevitablemente su factura nos coloca ante el corrosivo de todos los días; mientras que Salitre, Allá por el litoral, Persistencia y Azul remiten al medio geográfico que nos configura: esa bahía que es remanso de paz para el espíritu y en ocasiones un sumidero para nocivas deposiciones.

Ahora, donde siento el impulso creativo prístino y emotivo con que conmueve el arte, es en Pensamiento, Tiempo y Juan, ensayos de hondo calado, en los que Yoel doblega la técnica fotográfica y la coloca al servicio de la emoción. Es en estas piezas donde el formato digital RAW capturado por el sensor de la cámara entre 30 y 48 bits/pixel explaya sus bondades demiúrgicas y trasmuta lo insignificante en vibración, porque funciona como un nuevo contenedor de información original capaz de captar toda la densidad constitutiva del referente concreto. Dermis plegadas, gestos detenidos, silencios urticantes o rostros raídos, orquestan un repertorio humano que reverencia con gallardía la senectud; elocuencia visual de luces y sombras gracias a la exposición del detalle profundo, sin adulteraciones ni artificios. Lirismo absorto que pende del inasible aletear del tiempo, aprehendido tan solo por la grafía de la luz.

La autora es crítica de arte, miembro de la UNEAC.

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