El Caribe sin la mirada de Alejo Carpentier no hubiera sido el mismo. Y desde la perspectiva y esencia de ese entorno socio cultural y étnico, con su sicología y filosofía propias, emergen los pareceres del emblemático autor cubano sobre esa región americana.
El periodismo se encargó de convertirlos en crónicas, y el genio del Premio Cervantes, de propiciar que horaden el pensamiento de quienes las disfrutan.
Se trata de la selección del investigador e intelectual cubano Emilio Jorge Rodríguez, Alejo Carpentier. Crónicas Caribeñas, un modo de penetrar el espíritu de este paraje bendecido por la geografía y de abundante insularidad, durante el espacio que ocupan los años 1922 y 1980 en el quehacer periodístico del autor de El siglo de las luces.
Textos de fuerte arraigo caribeño con trascendencia universal se confabulan en este volumen de visiones plenas sobre personalidades imprescindibles, creadores, artistas e intelectuales de todos los tiempos como Amadeo Roldán, Eduardo Abela, Lydia Cabrera; Wifredo Lam, Jacques Roumain, Fernando Ortiz, Emilio Ballagas, Aimé Césaire, Alejandro de Humboldt, Alejandro García Caturla, Manuel Saumell, René Portocarrero y, por supuesto, el infaltable José Martí, entre otros muchísimos, a quienes una entrega erudita y sin rebuscamientos los acerca al lector, a cualquier lector, a todos los lectores.
Desde las páginas de las revistas cubanas Carteles o Social, publicaciones como Tiempo, Haití Journal, Gaceta del Caribe, Información, El Nacional, de Caracas, El mundo, Lunes de Revolución, México en la Cultura, Siempre, Bohemia, Gaceta de Cuba, El Correo de la UNESCO, y otras tantas que tuvieron la preeminencia de acunar las letras de este autor, quien lo mismo desde Cuba, Venezuela, México o París, resumió toda una esencia, un concepto, un espíritu bautizado como lo real maravilloso americano.
Son, más que crónicas, una suerte de compendio de atinada selección de anécdotas, recuerdos, experiencias, espacios vivenciales, observados desde una óptica personal y privilegiada, empastada con el talento natural de un escritor a quien las letras y el lenguaje no le guardaron secretos.
Están allí argumentos humanos y divinos en torno a la literatura como Los cuentos negros, de Lydia Cabrera o la música en El recuerdo de Amadeo Roldán, Panorama de la música en Cuba, Manuel Saumell, padre de la música cubana, En torno a los orígenes de la música cubana. También las artes escénicas en El teatro cubano bufo o Un teatro popular; la plástica, Reflexiones sobre la pintura de Wifredo Lam…
Desde su manera personalísima de decir, Carpentier informa, comunica, cuenta, relata, alerta, advierte, dibuja, retrata y traza rasgos propios del costumbrismo, las tradiciones, cuestiones del lenguaje, pasiones de patrias chicas (El amor a la ciudad; Regla, la ciudad mágica); prismas culturales, la religiosidad, la figura del Apóstol (Martí y la época; Martí y el tiempo)… en una infinitud de pasiones liberadas.
Una ovación para Emilio Jorge Rodríguez, investigador minucioso, ensayista y compilador de estos textos, que asumiera el riesgo de la omisión y saliera airoso de ello, y quien según la reseña del libro “destaca lo avanzado que resulta la visión de Carpentier para su época, pues no solo se oponía a los esquemas de delimitaciones lingüísticas en la región, sino que adelantaba una articulación insular-continental.
“Desfilan por estas páginas los diversos países del mundo de la mano de un ser apasionado por nuestro mundo”.
A no dudarlo, no es letra baldía este título, que espera por un redescubrimiento imprescindible.
Autora: Emma S. Morales Rodríguez