Carilda Oliver Labra y la visita del obispo

Carilda Oliver Labra y la visita del obispo

La autora del soneto Me desordeno, amor, me desordeno, uno de los más leídos y recordados de entre toda la poesía cubana del siglo XX, nació en Matanzas y siempre vivió allí.

Data de 1949 la publicación del libro de poemas que la dio a conocer más allá de los confines matanceros: Al sur de mi garganta, que un año después consiguió el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación, y del cual se han realizado posteriormente otras ediciones. El triunfo de Carilda Oliver Labra fue esplendoroso, y le llegaron los reconocimientos: Hija Eminente de Matanzas, Medalla Conmemorativa del Centenario de la Bandera Cubana y su inclusión en muy serias antologías.

Mujer audaz, en 1957 y 1958 dio pasos importantes en su vida: en el primero escribió y envió a la Sierra Maestra su Canto a Fidel; en el segundo apareció, en el libro Memoria de la fiebre, su célebre Me desordeno, amor, me desordeno.

Años después ella contaría a su biógrafo Vicente González Castro:

Cuando publiqué Me desordeno…, el obispo vino aquí, pues las damas católicas me querían excomulgar, y así otras cosas que hoy se ven con mucha risa. Cuando escribí el Canto a Fidel, también me atreví, porque aunque no tenía firma, mi estilo lo conocía todo el mundo.
Vale pues, reproducir el tan llevado y traído soneto:

Me desordeno, amor, me desordeno

cuando voy en tu boca demorada,

y casi sin por qué, casi por nada,

te toco con la punta de mi seno. 

Te toco con la punta de mi seno

y con mi soledad desamparada,

y acaso sin estar enamorada

me desordeno, amor, me desordeno.

 

Curioso resulta conocer lo que Carilda dijera: “Es por el ritmo y el sentimiento que desnuda. Aunque la gente no lo crea, es un poema muy espiritual». Sin comentarios”.

Pero he aquí una segunda anécdota de la novia eterna de la ciudad de Matanzas. Para quienes no valoran en su medida la décima o espinela ha de ser muy interesante conocer lo que de esta forma estrófica pensaba y expresara la poetisa.

Allá por el año 1987 la entrevistó el periodista Luis Sexto, quien le preguntó, seguramente para provocarle una respuesta contundente, si no se sentía “disminuida al emplear una forma tan usada incluso por quienes no son poetas”.

Carilda ripostó: “¿Disminuida? Me enaltece la décima. Aunque de origen español, es la estrofa predilecta de nuestro pueblo. En la actualidad tenemos decimistas muy felices. Desde luego, es difícil. O sea, al componerla podemos pecar de facilistas, de amanerados; lindar con la vulgaridad, o, por el contrario, resentirse de frialdad, de rigidez, de pérdida de frescura si nos esforzamos demasiado en depurarla”.

Y a continuación añadió: “Una décima será perfecta si a pesar de tener un encabalgamiento no lo parece; si es una gota de música y, a la par, una gota de sabiduría; si no se espera, al oírla, la rima como campanada de reloj; si disimula que es décima y a la vez esplende como décima… No sé si me hago entender: la buena décima es un milagro”.

Antologías, intervenciones como jurado, programas y videos sobre su vida y obra, mesas redondas, condecoraciones (la Distinción Por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier) avalan el criterio de una autora que en 1997 recibió el Premio Nacional de Literatura y vive por siempre en la memoria agradecida de sus lectores.

(Tomado de Cubaliteraria)

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