Para deleite de todos, una nueva hacedora asoma en la pequeña galería de la Asociación Hermanos Saíz de Cienfuegos, en el corazón del parque Martí. Lo hace sin anticipos ni sobresaltos; pues no le inquieta la admiración pública temprana ni la devoción de la crítica sobreseída, solo mostrar que existe y que tiene un planetario para compartir. De hecho, es la primera vez que se atreve a mostrar sus pinturas de modo oficial, pese a que su sensibilidad artística emerge en la infancia, según cuenta su familia, desde que utilizaba las muñecas como soporte de sus dibujos. En el camino hacia la adultez se dedicó mejor a la crianza de sus hijos, pero no abandonó la vieja pasión; acaso alentada por su hermano Yunier López Luque y su esposo Antonio Santiago, ambos titulados de la Academia de Artes Plásticas de Cienfuegos (Escuela de Arte Benny Moré).
De manera que, esta exposición equívocamente titulada Nace una artista (no es muy juicioso que se focalice como objeto a la artífice en vez de a la obra, sobre todo si es una debutante. Por otro lado, el título está llamado a direccionar la mirada de los públicos hacia el sentido de los relatos visuales y en este caso el referente cinematográfico que es Nace una estrella es demasiado cercano y resta boscaje a la novedad y significancia a la exposición) es su primer salto en el ramo y esperamos que la joven ascienda en el camino hacia la consumación de un estilo y personalidad creativos.
Mayrelis Caridad López Luque tiene una formación autodidacta, que no debe confundirse con el quehacer naif, siquiera primitivizante. Sus algoritmos visuales están más endeudados con la vanguardia histórica y para su fortuna estos influjos hacen más atractivos los relatos (curatorialmente un poco desordenados en la puesta museográfica; hay incoherencia gráfica o de estilo, lagunas de unidad y diálogo entre las pinturas), inobjetablemente transfigurados por cierta autorreferencialidad, incluyendo el nombre de cada obra en particular, que en este caso si resignifican la subjetividad femenil de las narraciones y figuraciones, a lo que se suma la intervención de la prole en el proceso.
Aunque debe recorrer un buen trecho, la artista (merece ser llamada desde este modo) constata varios atributos reconocibles: la presencia de las féminas como epicentros en las fábulas, el uso de una policromía que desborda el espacio neutral de la narración, la marcada insistencia en el sujeto mutante, que se transforma en la búsqueda de la emancipación (no feminista, sino filosófica), el abandono de los academicismos o el estilo mimético de representación, la concurrencia de los temas florales como claves de la idea del ser y un perfil imaginero que tiene, como hemos antedicho, un carácter autobiográfico. Sobresale en la muestra el óleo sobre lienzo Una para ti, una para mi, texto visual que seduce por la hábil combinación de la Bad Painting (neoexpresionismo) y la estética camp, en tanto sensibilidad que nos acerca al arte popular y femenino. Asimismo, Soy yo descuella por la modernidad de su síntesis y la sugerente relación entre la efigie y el fondo. En estos dos perfiles de creación la joven artista logra expresar de manera flamante sus mejores indagaciones artísticas. A propósito, sería prudente que repensara el uso de los dos apellidos para firmar las obras, pues pudiera confundírsele con su hermano.
Nace… aporta una bocanada de frescor a las artes visuales producidas por mujeres en Cienfuegos. Su intimismo y poética gráfica llevan a Mayrelis por un desfiladero loable para expresar sus fueros más latentes, en este caso ligados a la feminidad y al clan familiar como ejes de la existencia. No es la suya una obra abierta a las reflexiones sociológicas o antropológicas, sino una ventana a los mundos sensoriales, esencialmente favorecidas por la efusividad del color y la temperancia de iconos que de modo abstractivista intentan conceptuar en torno a lo efímero del ser.