En Volver, la canción más nostálgica de todos los tiempos —interpretada por Carlos Gardel hace casi 90 años—, su autor describe el retorno a la ciudad que una vez dejó atrás, y a la vida pretérita, “con hondas horas de dolor”. A pesar de esa aureola de tristeza, Ángel Orestes Fernández Quintana (Ández) asume el emblemático tango para emprender él también, desde las artes visuales, otro viaje de regreso, a pasajes felices de su infancia, sin el tono afligido y errante de la pieza inspiradora.
No es casual que Volver se titule su más reciente exposición, abierta al público en la Galería Mateo Torriente, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en Cienfuegos, y deudora del rigor de la academia, tras culminar así sus estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA).
Para quien hace casi diez años aseveró a este reportero sentirse “muy amarrado a las formas tradicionales”, la primera impresión que genera la muestra es la vuelta de timón de un estilo reconocible, quizás clásico, y sumamente apreciado dentro del panorama pictórico de Cienfuegos, para tomar la carretera de las tendencias contemporáneas.
“Fue un camino —dijo— que debí elegir. Consideré que realizar lo mismo de siempre, la pintura, la gráfica, el humor, no satisfaría del todo las necesidades de la Universidad, y por eso intenté desdoblarme. Medité durante algún tiempo cómo afrontarlo, y tropecé con la colección de discos de cancioneros de mi abuelo.
“A partir de ahí, tomé la decisión de concebir un proyecto desde lo afectivo, no para exteriorizar, como tantas veces, lo que me rodea; sino con el fin de hurgar en mis raíces familiares. Pensé, entonces, en obras interactivas y visualmente diferentes”, agregó.
En esta travesía al pasado, recurre al empleo de los viejos discos como soportes para las fotos de momentos familiares que manipula según los dictados del corazón, al vérsele, de niño y adulto, junto a su padre y abuelo fallecidos; hilos conductores, junto a la música, de la trama artística. Los dos protagonizan los únicos cuadros de la exposición: los perfiles de ambos recreados a partir de la partitura y la letra del tango Volver, el favorito del mayor de ellos.
La sugerente propuesta incorpora el video, así como una pieza sonora que, por medio de un cono, reproduce de manera artesanal el sonido de un disco de vinilo. Se halla, además, en tanto reminiscencia del Ández anterior, la obra Cuadernos de la memoria: la investigación académica con caligrafía escrita e ilustraciones, a la usanza de los cancioneros medievales. El autor redime de este modo los latidos de una etapa creativa que igual tomaron con él la nueva ruta.
Todo el conjunto resulta profundamente emotivo e intimista, pero a la vez, provocador, pues muchos terminamos deseando lo mismo que el artista: revivir esos instantes junto a los seres queridos, inventarlos si no existieron, volver a la felicidad de aquellos años de la más pura inocencia. Se trata de una extraña y placentera evocación que fusiona la añoranza con la alegría.
En las palabras del catálogo, la máster Elianet Medina Abreu destacó el carácter visceral de este ejercicio creativo, el cual transforma los blanquinegros de la vida en una obra que sirve de espejo para las vivencias ajenas. A diferencia de Gardel, el de Ández es un regreso anhelado: “Volví —dijo— porque quise volver a una época donde fui extremadamente feliz, y lo hago con cariño”. Uno no puede menos que agradecérselo con “el parpadeo de las luces” y el “alma aferrada”.
Autor: